Fecha de publicación: 1895
Valoración: Muy recomendable
Fue Ian, con su última reseña (La máquina maravillosa, de Elvira Menéndez) el que me dio la idea de reseñar La máquina del tiempo. Y no sólo porque en el título de ambos libros figure la palabra “máquina”, sino porque como le sucedía a Ian con su obra reseñada, La máquina del tiempo fue uno de esos libros de ciencia-ficción fácil de digerir que tanto me maravillaron en mi infancia tardía.
Supongo (o deseo suponer) que la mayoría de los lectores de esta reseña sabrán que esta novela fue la pionera de toda una interminable lista de libros y películas que versan sobre la misma materia: la posibilidad de viajar hacia atrás y hacia delante en el tiempo. En este caso, el vehículo que llevará al protagonista, un ambicioso inventor inglés por el que sus sesudos colegas no dan un duro, a moverse en el tiempo, no será ni un kitsch delorian ni cierta anomalía genética, sino una máquina de diseño más bien tosco. Pero insisto: hablamos de la primera historia escrita sobre ese tema que le quitó el sueño a Einstein, y que se lo debe quitar actualmente a Hawkins y a otro buen puñado de físicos cuánticos y genios de todas las clases.
El responsable de esta proeza fue Herbert George Wells, un británico de familia humilde al que le picó el gusanillo de la literatura muy pronto y que demostró eso de que querer es poder (su biografía es digna de lectura) ya que sin padrinos y con muy pocas ayudas (llegó a afirmar que durante su época de estudiante de ciencias becado en Londres pasaba hambre de forma continua), se convirtió en uno de los historiadores, filósofos y escritores más reconocidos de todos los tiempos.
A él le debemos obras como La isla del doctor Moreau o La guerra de los mundos y un buen puñado de historias de corte social no tan célebres como sus tramas fantásticas. La máquina del tiempo, sin ir más lejos, se puede decir que está impregnada del ideario izquierdista de Wells al mostrar en sus páginas una sociedad futurista (la del 802.701, ni más ni menos) en la que conviven dos ramificaciones de la especie humana: los bonitos, asexuados, delicados, ingenuos, egoístas, vagos y comedores de fruta Eloi (descendientes, con toda seguridad, de las clases pudientes), y los salvajes, repugnantes y agresivos Morlocks, que viven bajo tierra y que sólo suben a la superficie de noche para secuestrar seres Eloi y llevárselos a sus guaridas, donde se los comen (descendientes, con toda seguridad, de las clases bajas, condenadas desde siempre a los trabajos sucios, subterráneos y oscuros).
El protagonista viajará al futuro con su invento y se topará con esta sociedad en la que los Eloi le parecerán pasivos y desesperantes, y los Morlocks, terroríficos. Sólo contará con la ayuda y el cariño de una adorable Eloi, Weena, que no se le despegará desde que él la salve de morir ahogada.
Pero Wells no sólo nos habla en su obra de esta extraña y deprimente sociedad humana del futuro, sino que también vemos cómo el viajero a través del tiempo avanza aún más en el corredor temporal hasta situarse a millones y millones de años de su tiempo, para encontrarse con el final de la raza humana y el ocaso de la Tierra, infestada en sus últimos días de cangrejos y mariposas gigantes y extrañas bestias marinas.
En fin, una maravilla de libro de aventuras que puede dar mucho que pensar si se lee con cierta perspectiva y que, de todos modos, es divertido e interesante de principio a fin.
También de H.G. Wells en ULAD: El país de los ciegos y otros relatos, Ruedas de fortuna
Y ¿qué tal escribe el buen hombre? Porque yo tuve que traducir un par de artículos suyos sobre la Guerra Civil Española y su prosa era desastrosa... :/
ResponderEliminarPues la verdad es que tengo un buen recuerdo, pero quizás porque la traducción era muy buena y lo había "apañaó" bastante, quién sabe...
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