Iván: Hay que decirlo: la mayor parte de los libros que leemos y que, de alguna manera, nos tocan, son lugares donde vivir está muy caro. O porque la gente sufre durante décadas, o porque muere sin merecerlo, o porque los malvados hacen y deshacen a su antojo. Como
en la vida misma, ciertamente. Por eso, elegir un espacio como el que reza el título de esta entrada es una decisión que, en el caso de un lector como yo, cuya aspiración en todo caso sería la de
vivir tranquilo, no tiene muchas alternativas: quisiera compartir con Pedro Salinas la felicidad que sintió en San Juan de Puerto Rico, durante aquellos años en los que compuso su poema
El contemplado. Vivir, por ejemplo, donde "De tanto mirarte, nos salvemos".
Paula: No solo me gustaría, sino que intento vivir en un rinconcito de un libro: en
ese ángulo ciego del que nos habla Luisa Etxenike donde no llegan las balas del miedo ni de la desesperanza, ese refugio de los fantasmas reales e imaginarios donde despojarse de la máscara y sacarle la lengua a la incertidumbre.
Yemila: Pese a que los años pasen más rápido de lo que debieran, y que mi infancia y mi adolescencia queden cada vez más lejos, en ocasiones no puedo evitar desear refugiarme durante una temporada con las hermanas March y su sabia y cariñosa madre. Me refiero a aquellas
mujercitas norteamericanas de Louisa May Alcott que vivían en una hermosa casa de dos pisos con su madre y una criada, rodeadas de fantasías, esperanzas, juegos y sueños, y que maduraban a marchas forzadas mientras su padre combatía en la Guerra Civil estadounidense. Lo cierto (y algo triste) es que casi todo el mundo conoce a la intrépida aspirante a escritora Jo, a la bella y maternal Meg, a la dulce y solidaria Beth, y a la repipi y artística Amy, más por las diversas adaptaciones al cine que han tenido sus historias que por las novelas que protagonizan. Y supongo que el ser una mezcla de esos cuatro proyectos de mujer me hace tanto acordarme de ellas en momentos clave: cuando me enfrento a situaciones parecidas a las que vivieron estos personajes entrañables e inolvidables y tejidos con maestría por la señora Alcott, que se inspiró en su vida y en sus tres hermanas para ello.
Santi: A mí más que mudarme a un libro, me gustaría poder hacer turismo literario: pasar unas horas, o unos días, no más, en el Toledo mugriento del
Lazarillo o en el París hediondo de
El perfume, conocer Baker Street entre la niebla que recorrió Sherlock Holmes, el Congo navegado por Marlowe en busca de Kurtz o
el Marte de Ray Bradbury.
Sonia: Pues a mí me gustaría poder
pasear por Rivendel y conocer a los elfos que lo habitan, recorrer las minas de Moria intentando no llamar la atención de ningún balrog, admirar el paisaje desde el punto más alto de la blanca e impresionante Gondor o descubrir las habitaciones de Meduseld...encontrarme en lugares mágicos, repleto de árboles que hablan o criaturas de hace muchas edades...y terminar, cómo no, tomando una pinta en la taberna del Pony Pisador.
Montuenga: Desde que lo descubrí, acostumbro a mudarme a él de vez en cuando. No es difícil, de un salto y con lo puesto, me retiro a Castroforte del Baralla, el pueblo mágico y gallego dónde se desarrolla
La Saga Fuga de JB, que se ensimisma y levita periódicamente, sin apenas darse cuenta, amenazando con desaparecer para siempre. Allí la gente es pacífica -sólo las lampreas han salido un poco antropófagas - habla mucho, se hace preguntas y, todo aquel que tiene alguna relevancia lleva las iniciales de un whisky. ¿A quién no le gustaría vivir en un mundo tan divertido, irónico y tierno como el que pinta Torrente Ballester, dónde lo legendario alterna con lo vanguardista, la tradición con el intelecto, se satirizan jerarquías y se glorifica el erotismo? Y no olvidemos el material con que lo pinta: una lengua llena de registros, con la que juega, experimenta (y disparata cada vez que le viene en gana) tentándonos, hasta que un día decidamos no movernos de allí jamás.
Crédito de la imagen: Su Blackwell: Book cut sculpture
Me encantaría vivir en "La señora Dalloway" de Virginia Woolf o en "Ronda nocturna" de Sarah Waters. El primero porque es especial para mí y creo que no puedo imaginar nada mejor que un Londres de 1923. El segundo porque me encantaría sentir de cerca las bombas del Blitz, la dureza de la posguerra, un Londres destruido que comienza una vida nueva. Sí, creo que sí.
ResponderEliminarA mi me gustaría vivir en "Ensayo sobre la lucidez" de Saramago. La idea de una ciudad que se aisla y se revela contra el modo de vida impuesto...La verdad es que elegir un mundo entre todos los que plantea Saramago me resulta dificil. Feliz dia del libro!
ResponderEliminarPues vivir no sé, pero desde luego una temporada larga me gustaría pasar en el San Petersburgo de Gogol (y Dostoievski); y en el Nueva York de los años 50 —"Hermosos y malditos"— de Scott Fitzgerald; y en la tristeza lisboeta del "Libro del Desasosiego" de Pessoa; y en la marginal suciedad de Los Ángeles de Fante o Bukowski; y en los arrozales de Pearl S. Buck; y en la desolada irlanda de Colum McCann; y en el medio Oeste de Steinbeck o en los ambientes sureños de Carson McCullers; o en el onírico reino de The Sandman...
ResponderEliminarMuchos lugares literarios que transitar con deleite, pero todos ellos tan duros que probablemente no querría vivir para siempre en ninguno de ellos (aunque, paradójicamente, ellos vayan a vivir para siempre en nuestro interior).
¡Feliz Día del Libro!
Entiendo que puede ser muy difícil y agotador elaborar una reseña diaria.
ResponderEliminarGracias por ese trabajo!
Es un lujo contar con ustedes
Un cálido abrazo de ánimo!
Me encantaría dar un paseo por el río Mississipi de Las palmeras salvajes y viajar en el tiempo hasta la Francia de Robespierre y Le Chapelier para ver alguna de las funciones de Scaramouche.
ResponderEliminarPara quedarme a vivir: El país de las maravillas.
Ay, yo feliz viviría en Narnia, ya sea en su época de Oro o en la verdadera Narnia de después de La última batalla. Me da igual, con tal de ver faunos, dríades, centauros, dragones y animales parlantes.
ResponderEliminarMarte de Bradbury está bien. El Congo de Kurtz es mejor. Pero para mí, gana por goleada SOLARIS.
ResponderEliminarHaciendo alusión a lo de Saramago, yo elegiría Caín. Debe de ser maravilloso poder dar esos saltos en el espacio tiempo, yendo de un mito religioso a otro, siendo siempre partícipe de éstos. Y como no, con Dios como sumo protector. Bueno, quizás lo mejor de todo serían sus escarceos amorosos.
ResponderEliminarAun llegando 1 semana tarde a la celebración del Día del Libro, y sin pensar mucho en los tantísimos libros que no sólo merecen ser leídos, diré que no me importaría estar en alguno de los dos lados del océano de "84 Charing Cross Road"
ResponderEliminarPero hay tantos otros...
¡Salud!
Como a todos, también me cuesta elegir un solo libro, pero... tras mucho pensarlo me decido por "Memorias de Idhún", de Laura Gallego. No tengo claro si querría ser una Celeste empática, o una Varu telepática, o una Feérica con dones para la naturaleza... Pero idhunita sí, seguro.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarvivir ....existir o ser pensado en "la niebla" de miguel de unamuno..aunque casi casi que es asi pues yo soy el señor augusto y el es yo...tal vez el lea un libro sobre mi y se identifique conmigo
ResponderEliminarA mi me encantaría vivir en el mumdo mágico de Harry Potter. Leí con mi hijo cada uno de los siete libros fantásticos de JK. Rowlyn y me hicieron volver a mi niñez. Hoy en día tengo 57 años y sigo fascinada con ese mundo mágico y todos sus personajes fantásticos
ResponderEliminarA mi me encantaría vivir en el mumdo mágico de Harry Potter. Leí con mi hijo cada uno de los siete libros fantásticos de JK. Rowlyn y me hicieron volver a mi niñez. Hoy en día tengo 57 años y sigo fascinada con ese mundo mágico y todos sus personajes fantásticos
ResponderEliminarMe encantaría vivir los paisajes y aventuras que de manera espléndida se ven y leen en Palmeras en la Nieve.
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