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lunes, 26 de septiembre de 2011
Guy Deutscher: Through the Language Glass
Idioma original: inglés
Título original: Through the Language Glass. Why the World Looks Different in Other Languages
Año de publicación: 2010
Valoración: recomendable
—Aquí dice que Homero dijo que la miel era de color verde, el buey del color del vino y el hierro de color violeta...
—¿Era daltónico?
—No, para nada. En tiempos de Homero no existía una terminología fija del color. Cada poeta se encargaba de seleccionar la palabra que se adecuara mejor a lo que quería expresar.
—Ya. También dice que hay tribus que afirman que el cielo es de color negro...
—Porque en muchos idiomas el azul está considerado como una variación del negro.
—O sea, que no distinguen el azul del negro.
—Sí, sí los distinguen, pero no tienen una palabra para cada uno. Que un idioma no tenga ciertos términos no quiere decir que sus hablantes no comprendan el concepto que esos términos designan. Simplemente, los expresan de otra manera.
—Pero eso no quiere decir que todos veamos los mismos colores...
—Mmmm... pues no. De hecho, se han hecho muchos estudios sobre el tema.
—Claro, porque tener nombres sólo para algunos colores da que pensar.
—Claro.
—Aunque también es interesante la cuestión del género. ¿A qué se debe que algunos idiomas distingan el masculino, el femenino o el neutro y otros no?
—La verdad es que hay idiomas que distinguen esos tres géneros, idiomas que distinguen sólo femenino y masculino e idiomas casi completamente neutros.
—Pues eso. ¿Qué pasa, que los que distinguen los géneros son más sexistas que los otros?
—No tiene nada que ver. Además, los idiomas que distinguen los géneros rara vez coinciden en el género que se le otorga a las cosas. Por ejemplo, en español, "tenedor" es masculino, en inglés ("fork") es neutro y en alemán ("Gabel") es femenino.
—Fffff... vaya lío. ¿Y dices que todo eso se explica en este libro?
—Más que explicarse, se plantean ciertos dilemas lingüísticos y el autor trata de averiguar sus orígenes, haciendo además un repaso a los estudios que se han realizado antes sobre ellos. Y también explica un montón de cosas curiosas...
—¿Cómo cuál?
—Como que hay idiomas que utilizan las coordenadas egocéntricas e idiomas que utilizan las coordenadas geográficas.
—¿Per-do-na?
—Por ejemplo, si yo digo "muévete hacia la derecha", estoy utilizando coordenadas egocéntricas. Si digo "muévete hacia el sur", estoy utilizando coordenadas geográficas.
—Ya, bueno, ¿qué tiene eso de especial?
—Si utilizas las coordenadas geográficas, tienes que tener una conciencia espacial extraordinaria, porque nunca estás en la misma posición. Dependiendo de dónde estés, nuestro "muévete a la derecha", puede traducirse como "muévete hacia el norte, el sur, el este, etc.". Hay un millón de posibilidades.
—Arrea. Creo que este libro va a ser demasiado para mí.
—Qué va, qué va, si es muy entretenido. Las teorías sobre los colores que explica el autor son interesantísimas. Y llega a ciertas conclusiones que, oye, te hacen pensar.
—¿Como cuál?
—Como que así como nuestra cultura determina cómo es el idioma que hablamos, el idioma que hablamos también determina la manera en la que pensamos.
—Ajá. Y tú te lo crees.
—Yo, de momento, me lo planteo. Y tú deberías leer este libro y después decirme qué opinas. Puedes no estar de acuerdo con lo que dice Deutscher, pero sin duda te va a hacer pensar al respecto.
—Sí, me lo leeré, supongo. Pero ahora tengo que irme. ¿Dónde he dejado mi abrigo?
—Un par de metros al sur.
—Bueh.
Qué buena pinta, Izas. Me recuerda un montón a las discusiones que manteníamos en la carrera, en Filosofía del lenguaje. Que si los esquimales tienen no sé cuántos palabros para la nieve, que si los bebés piensan pero sin lenguaje, que si los afásicos y todo eso. Un tema apasionante. Supongo que el título tiene algo que ver con la célebre expresión de Wittgenstein sobre la mosca en la botella, no?
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