Idioma original: Inglés
Título original: The Spare Room
Año de publicación: 2010
Valoración: Se deja leer
Cuando alguien nos recomienda un libro solemos preguntar de qué trata, aunque realmente en una buena novela lo que menos importa es el asunto. No es el qué sino el cómo lo que convierte a una obra en única, que se lo pregunten a Joyce o a Cervantes. En cambio en La habitación de invitados el plato fuerte es la situación, ya que el resto flojea bastante. Una amiga de Helen decide autoinvitarse a pasar en casa de ésta nada menos que tres semanas, el tiempo que durará un novedoso tratamiento alternativo que – está convencida – le curará el cáncer. La anfitriona acepta la propuesta, en un principio todo le parece poco para que su invitada se encuentre bien allí: mobiliario, decoración, hasta el menor detalle del espacio que acogerá a la enferma son sometidos a un repaso escrupuloso y modificados si hace falta. Pero una cosa son las expectativas y otra muy diferente la cruda realidad. La persona que recibe Helen no es, naturalmente,la mujer vital, imaginativa y algo excéntrica que ella recordaba ni los días que pasen juntas se llenarán, como antes, de risas y proyectos. Como era de esperar, lo que llega es un ser completamente deshecho, físicamente al menos, porque el ánimo se mantiene sorprendentemente alto. Y esto, que a primera vista parece una ventaja, se convierte en el mayor problema pues la credulidad de la recién llegada, su fe ciega en la medicina natural, su desesperado optimismo y su negativa a enfrentarse con la triste realidad no resuelven nada y plantean toda clase de inconvenientes.
Lógicamente, un punto de partida así y un tema tan universal como el final de la vida de alguien no nos puede dejar indiferentes. Aunque el verdadero asunto no es ése sino el egoísmo alrededor del cual gira todo el relato. Pero eso es todo. Lo demás, un argumento a medias, unas posibilidades sin explorar y unos personajes apenas esbozados no sirven para componer una trama. Y la autora ni siquiera lo intenta ya que, al parecer, se trata de un hecho autobiográfico en estado puro, sin novelar. Por eso, cada vez que se oculta algo al lector no se pretende, como en cualquier obra de ficción, imitar la vida real con sus enfoques y omisiones, lo que manifiesta es la ignorancia real de una testigo que conoce la anécdota a medias.
Sin embargo, resulta interesante leer esta crónica de una experiencia real para contemplar un egoísmo tan presente hoy día que no sorprenderá a nadie. Un simple análisis de la situación, un buen uso de los recursos económicos de la enferma podía haber resuelto el problema o haber mejorado las condiciones de vida de Nicola, pero el carácter egocentrico de ambas impide una comunicación real. Son mujeres que se han hecho a sí mismas, algo admirable por lo que supone de victoria personal, pero en esta historia también prueba evidente de que el egoísta es el que más exige a los demás y, en este caso, ambas rivalizan por el título. Para encauzar en lo posible la situación de Nicola haría falta una implicación personal que Helen no está dispuesta a brindarle pero que tampoco recibiría de ella en caso de que se invirtieran las tornas.
Una obra, por tanto, que merece la pena si no exigimos construcción de personajes ni un repaso completo de las circunstancias, si nos acercamos a ella como si escucháramos el relato que alguien nos hace de una experiencia vivida, con sus lagunas – que no se completan con ninguna fabulación - y la parcialidad evidente del que es sólo parte y no juez al mismo tiempo pues eso correspondería al novelista y Garner, como digo, no ha novelado nada: se ha limitado a exponer los hechos desde su más que parcial punto de vista.
Título original: The Spare Room
Año de publicación: 2010
Valoración: Se deja leer
Cuando alguien nos recomienda un libro solemos preguntar de qué trata, aunque realmente en una buena novela lo que menos importa es el asunto. No es el qué sino el cómo lo que convierte a una obra en única, que se lo pregunten a Joyce o a Cervantes. En cambio en La habitación de invitados el plato fuerte es la situación, ya que el resto flojea bastante. Una amiga de Helen decide autoinvitarse a pasar en casa de ésta nada menos que tres semanas, el tiempo que durará un novedoso tratamiento alternativo que – está convencida – le curará el cáncer. La anfitriona acepta la propuesta, en un principio todo le parece poco para que su invitada se encuentre bien allí: mobiliario, decoración, hasta el menor detalle del espacio que acogerá a la enferma son sometidos a un repaso escrupuloso y modificados si hace falta. Pero una cosa son las expectativas y otra muy diferente la cruda realidad. La persona que recibe Helen no es, naturalmente,la mujer vital, imaginativa y algo excéntrica que ella recordaba ni los días que pasen juntas se llenarán, como antes, de risas y proyectos. Como era de esperar, lo que llega es un ser completamente deshecho, físicamente al menos, porque el ánimo se mantiene sorprendentemente alto. Y esto, que a primera vista parece una ventaja, se convierte en el mayor problema pues la credulidad de la recién llegada, su fe ciega en la medicina natural, su desesperado optimismo y su negativa a enfrentarse con la triste realidad no resuelven nada y plantean toda clase de inconvenientes.
Lógicamente, un punto de partida así y un tema tan universal como el final de la vida de alguien no nos puede dejar indiferentes. Aunque el verdadero asunto no es ése sino el egoísmo alrededor del cual gira todo el relato. Pero eso es todo. Lo demás, un argumento a medias, unas posibilidades sin explorar y unos personajes apenas esbozados no sirven para componer una trama. Y la autora ni siquiera lo intenta ya que, al parecer, se trata de un hecho autobiográfico en estado puro, sin novelar. Por eso, cada vez que se oculta algo al lector no se pretende, como en cualquier obra de ficción, imitar la vida real con sus enfoques y omisiones, lo que manifiesta es la ignorancia real de una testigo que conoce la anécdota a medias.
Sin embargo, resulta interesante leer esta crónica de una experiencia real para contemplar un egoísmo tan presente hoy día que no sorprenderá a nadie. Un simple análisis de la situación, un buen uso de los recursos económicos de la enferma podía haber resuelto el problema o haber mejorado las condiciones de vida de Nicola, pero el carácter egocentrico de ambas impide una comunicación real. Son mujeres que se han hecho a sí mismas, algo admirable por lo que supone de victoria personal, pero en esta historia también prueba evidente de que el egoísta es el que más exige a los demás y, en este caso, ambas rivalizan por el título. Para encauzar en lo posible la situación de Nicola haría falta una implicación personal que Helen no está dispuesta a brindarle pero que tampoco recibiría de ella en caso de que se invirtieran las tornas.
Una obra, por tanto, que merece la pena si no exigimos construcción de personajes ni un repaso completo de las circunstancias, si nos acercamos a ella como si escucháramos el relato que alguien nos hace de una experiencia vivida, con sus lagunas – que no se completan con ninguna fabulación - y la parcialidad evidente del que es sólo parte y no juez al mismo tiempo pues eso correspondería al novelista y Garner, como digo, no ha novelado nada: se ha limitado a exponer los hechos desde su más que parcial punto de vista.
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