Idioma original: inglés
Título original: Miguel Street
Año de publicación: 1959
Valoración: Muy recomendable
Es verdad que los suecos a veces hacen cosas raras: poca gente entiende por ejemplo el Premio Nobel a Doris Lessing o a Le Clezio, escritores buenos pero no geniales, e incluso el de Vargas Llosa puede ponerse en duda, no tanto por cuestiones ideológicas sino literarias. Pero también hay que reconocerles que a veces nos descubren a escritores desconocidos y geniales que no habríamos leído probablemente si no hubiera sido por ellos. Porque ahora no vamos a decir que todos habíamos leído a Herta Müller, a Ohran Pamuk, a Coetzee o a Kertesz antes de que les dieran el premio. Sí, probablemente eran conocidos en círculos especializados, pero para el gran público, no. Naipaul es otro ejemplo más de este efecto benéfico de los Nobel: no creo que nunca hubiera llegado a leer Miguel Street (o igual sí, quién sabe) si un grupo de críticos suecos jubilados no hubieran decidido regalarle unos cuantos puñados de coronas, una medalla y un diploma.
Y habría sido una pena, verdaderamente, porque me ha encantado. Todavía no sé si es una novela o un libro de relatos (me inclino por la primera opción), pero está claro que es un universo en forma de libro, construido a partir de pequeñas historias cotidianas y hermosas. Cada capítulo está dedicado a un personaje, pero el protagonista de uno es secundario en los de los demás; y el narrador es siempre el mismo: un niño/adolescende de Miguel Street que lo mira todo con sorpresa, fascinación y una inocencia cada vez menor.
Y las que se nos cuentan son historias duras, donde abundan los malos tratos, el abandono, el alcoholismo, los sueños frustrados; pero en ellas predomina el humor, la belleza y el milagro. El narrador mismo muestra una obsesión con la belleza que encuentra a su alrededor: la que fabrica Popo, el carpintero empeñado en contruir "lo que no tiene nombre"; o la del pirotécnico Morgan; o la de Edward con sus pinceles; o Hat, empeñado en transformar la vida en algo diferente y más divertido en medio de la miseria. Es un libro luminoso, que cuenta cosas que en manos de Dickens habrían dado para un dramón de primer nivel, pero que Naipaul transforma en una farsa tragicómica llena de dignidad y claridad, aunque siempre conserve su aguijón melancólico. Como Las cenizas de Ángela, pero cambiando la lluvia de Limerick por el sol de Trinidad.
También de Naipaul en Unlibroaldía: Cartas entre un padre y un hijo, India, Guerrilleros
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