...no es un rectángulo ni un círculo, sino una hipérbola, que me aproxime siempre a algún lugar inexistente y cada vez más lejano: mi libro es un libro que me pierda.
Me gustaría leer un libro que se adelantase a mis preguntas, que dialogase conmigo, que fuese premonitorio, que me desvelase secretos; un texto consejero que me despejase el camino, que siempre estuviese empezando y que no se acabara nunca. En una palabra, que fuese mágico.
Mi libro soñado es una llave que no gira hacia la izquierda ni hacia la derecha, sino hacia todos los lados, y que precisa de una mente despierta y una imaginación inagotable para descubrir su mecanismo.
Y es también la caja china a la que está unida la llave con una tira de cuero; una caja pequeña con muchos compartimentos, algunos fáciles de abrir, y otros que nunca han sido abiertos.
Y es también el juguete perdido en el último rincón oscuro de esa caja, un ingenio que se puede oler, tocar, mirar, montar y desmontar, expandir como un acordeón, una caja de música llena de agujeros donde guardar las cosas importantes.
Y, finalmente, mi libro soñado es también el escondite donde habitan la llave, la caja y los juguetes, un lugar remoto al que solo se puede llegar si conoces el mapa del tesoro.
A mi libro perfecto le faltan páginas, así que soy incapaz de comprenderlo del todo, pero no importa, porque sin esas páginas el libro está todavía más completo que antes.
Mi libro perfecto es el libro refugio, el libro abrazo, el libro amigo. Ese libro milagroso que parece que fue escrito expresamente para mí. Ese libro generoso que me acoge entre sus páginas y me regala la oportunidad de vivir otras vidas, de habitar otros mundos, mientras la Realidad se desmorona a mi alrededor.
Abres un libro y te sumerges en una historia que te transporta, literalmente,a su mundo. Te absorbe, te introduce en su interior, y ya no estás en el sofá, ni en el tren: estás en esa historia que quieres leer. Vives lo que viven sus personajes, hueles lo que huelen, tocas lo que tocan, oyes lo que oyen. No lo estás leyendo, lo estás viviendo.
Y cada vez que abres el libro perfecto, te transporta a otra historia, a esa que quieres vivir en cada momento. Se mueve contigo, te conoce y te hace experimentarlo todo.
A mi libro perfecto no le sobran páginas. Tiene las justas, ninguna más. Cuando lo lees, no te entra un ansia maníaca, una necesidad irrefrenable por quitarle hojas y reciclarlas. Mi libro perfecto es breve y silencioso. Casi un suspiro. Es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos.
Yo no busco libros que me rasquen las orejas ni que me den masajes en la ijada. Busco libros que, como cuervos despiadados, me arañen los ojos mientras leo y al mismo tiempo intenten -¿quizá en vano? el mal ya está hecho- curarme las heridas.
Aún estoy leyendo el libro perfecto. No creo que lo termine nunca, pero lo sigo intentando.
En una palabra, mágico.
ResponderEliminarGracias por expresar con tanta maestría lo que muchos sentimos por los libros.
Saludos, compañeros.
Magistral!
ResponderEliminarMe ha encantado, yo también espero no terminar de leer jamás mi libro perfecto. Os sigo a partir de ahora.
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