Título original: El carrer de les Camèlies
Año de publicación: 1966
Valoración: recomendable
Mercè Rodoreda me resulta una narradora desconcertante, y me gustaría saber si a alguno de vosotros, lectores, os ocurre lo mismo. Me explico: su prosa sencillamente hilada, empapada del lenguaje hablado, tiene la habilidad de conducir al lector -o a esta lectora- a través de los acontecimientos contados casi como entre algodones. Tanto es así, que, en un principio, uno puede incurrir en el error de creer que lo que se narra es igualmente liviano. Pero no: en algún momento, uno toma súbita conciencia de que lo que está leyendo son como puñaladas en el estómago. Sorprendentes y dolorosas.
Esta novela cuenta el descenso a los infiernos de Cecilia, una mujer profundamente marcada por el abandono que sufrió al nacer. A pesar de ser recogida y criada por una amorosa pareja de señores de mediana edad, Cecilia tendrá problemas desde el principio para encontrar su espacio en el mundo, y lo buscará desesperada e infructuosamente en la cama de diversos hombres. La calle de las camelias narra la lucha continua de Cecilia por lograr la independencia económica pero sobre todo emocional que le otorgará, al fin, la libertad.
Narrada en primera persona, la novela está conformada en su mayor medida por los recuerdos de Cecilia, o los recuerdos que ella tiene de los recuerdos de otros personajes: nos explica, por ejemplo, cómo le contaron que fue abandonada y encontrada en la calle de las Camelias, y las especulaciones de los vecinos con respecto a su origen, lo cual está inevitablemente distorsionado por su propia subjetividad. Pero creo que lo que más condiciona esta elección de la primera persona son los silencios de la protagonista: es importante lo que nos cuenta, pero es mucho más importante todo lo que se calla.
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