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viernes, 18 de marzo de 2011

Gabriel Celaya, 100 años después

Hoy hace exactamente 100 años nacía en Hernani, Guipuzcoa, Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta, que pasaría a los manuales de literatura simplemente como Gabriel Celaya. Ingeniero de profesión, que no de vocación (como refleja su poema "Biografía"), formó parte de los círculos estudiantiles y vanguardistas cercanos a la Generación del 27, y tras una etapa existencialista, durante el Franquismo se convirtió en uno de los exponentes más destacados de la poesía comprometida. Falleció en 1991, después de recibir numerosos (y merecidos) galardones. Algunos de sus poemas, como "España en marcha" o, sobre todo, "La poesía es un arma cargada de futuro", se han convertido ya en hitos (himnos) de la poesía española del siglo XX. Hoy, cuando se cumplen exactamente 100 años desde su nacimiento, es inevitable, justo y necesario, rendirle homenaje, y rendir homenaje a los que como él creyeron, en tiempos más difíciles, en el poder de la palabra para cambiar el mundo.

LA POESÍA ES UN ARMA CARGADA DE FUTURO

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

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