Título original: 1979
Christian Kracht es actualmente uno de los escritores más polémicos en lengua alemana. En diversas declaraciones ha dejado traslucir cierta fascinación estética por el terrorismo islamista o el régimen norcoreano. Como siempre suele ocurrir, esto lleva a algunos lectores a interesarse aún más por su obra, y a otros a rechazarla de plano. Se le considera el mayor representante de la literatura pop alemana de la última década del siglo XX y primera del XXI. Aunque fue su primera novela, Faserland (1995), la que le hizo célebre, 1979 se toma a menudo como su mejor obra. O, al menos, como la más seria. Yo no he leído ninguna otra, así que no sé si esa valoración tiene algún fundamento.
Lo que sí está justificado, desde luego, es ver la influencia de Brest Easton Ellis en la obra de Kracht. De hecho, hay un buen número de coincidencias entre Glamourama (1998) y 1979. En ambas novelas el protagonista es un joven socialmente bien situado y vinculado a la esfera contemporánea de lo estético (modelo, en Glamourama; decorador de interiores, en 1979). La estética conlleva una fascinación por la superficie, y esto es justo lo que domina las vidas de ambos protagonistas. Su obsesión por presentar siempre una imagen impoluta y deseable les sumerge en una constante inseguridad y les somete sin remedio a quienes realizan la misma tarea aparentemente con más éxito y menos esfuerzo.
Este mercado de las apariencias es retratado por Kracht y por Ellis con una eficacia descarnada: sus personajes perciben su entorno con una aureola de morbosa decadencia que les encierra en una extraña inocencia, lejos de cualquier conciencia crítica. Esto ya resulta muchas veces difícil de tragar para el lector, pero más aún cuando los protagonistas entran en contacto con lo opuesto a sus vidas: el terrorismo en Glamourama, el Islam y el maoísmo en 1979. Ambas novelas se desarrollan sobre ese choque entre la despreocupada superficialidad de las apariencias y la preocupante profundidad de las convicciones.
La excusa para la presentación de este conflicto la encuentra Kracht en un viaje del protagonista a Irán, en los días previos a la revolución islámica de Jomeini. Los primeros contactos con los lujos de la decadente élite iraní, se ven interrumpidos por un funesto acontecimiento que lleva al protagonista a peregrinar al Tíbet. En la montaña sagrada de Kailasch encuentra la autenticidad que busca inconscientemente, pero en forma de una patrulla de la República popular china que le arresta bajo acusación de espionaje. Atrapado en medio de este dramático torbellino, el protagonista muestra su total incapacidad para despegarse de la superficie estética. Por ejemplo, en un momento se alegra de que las penurias que atraviesa le sirvan para perder al fin esos kilos de más.
1979 es una novela fácil de leer, en un tono neutro y ágil. Está bien escrita y tiene la virtud de irritar al lector de vez en cuando. Eso sí, la historia puede parecer inverosímil,lo que no sería grave si no la acercara con peligro a lo simplemente trivial o superfluo.
Idioma original: alemán
Fecha de publicación: 2001
Valoración: Se deja leer
Christian Kracht es actualmente uno de los escritores más polémicos en lengua alemana. En diversas declaraciones ha dejado traslucir cierta fascinación estética por el terrorismo islamista o el régimen norcoreano. Como siempre suele ocurrir, esto lleva a algunos lectores a interesarse aún más por su obra, y a otros a rechazarla de plano. Se le considera el mayor representante de la literatura pop alemana de la última década del siglo XX y primera del XXI. Aunque fue su primera novela, Faserland (1995), la que le hizo célebre, 1979 se toma a menudo como su mejor obra. O, al menos, como la más seria. Yo no he leído ninguna otra, así que no sé si esa valoración tiene algún fundamento.
Lo que sí está justificado, desde luego, es ver la influencia de Brest Easton Ellis en la obra de Kracht. De hecho, hay un buen número de coincidencias entre Glamourama (1998) y 1979. En ambas novelas el protagonista es un joven socialmente bien situado y vinculado a la esfera contemporánea de lo estético (modelo, en Glamourama; decorador de interiores, en 1979). La estética conlleva una fascinación por la superficie, y esto es justo lo que domina las vidas de ambos protagonistas. Su obsesión por presentar siempre una imagen impoluta y deseable les sumerge en una constante inseguridad y les somete sin remedio a quienes realizan la misma tarea aparentemente con más éxito y menos esfuerzo.
Este mercado de las apariencias es retratado por Kracht y por Ellis con una eficacia descarnada: sus personajes perciben su entorno con una aureola de morbosa decadencia que les encierra en una extraña inocencia, lejos de cualquier conciencia crítica. Esto ya resulta muchas veces difícil de tragar para el lector, pero más aún cuando los protagonistas entran en contacto con lo opuesto a sus vidas: el terrorismo en Glamourama, el Islam y el maoísmo en 1979. Ambas novelas se desarrollan sobre ese choque entre la despreocupada superficialidad de las apariencias y la preocupante profundidad de las convicciones.
La excusa para la presentación de este conflicto la encuentra Kracht en un viaje del protagonista a Irán, en los días previos a la revolución islámica de Jomeini. Los primeros contactos con los lujos de la decadente élite iraní, se ven interrumpidos por un funesto acontecimiento que lleva al protagonista a peregrinar al Tíbet. En la montaña sagrada de Kailasch encuentra la autenticidad que busca inconscientemente, pero en forma de una patrulla de la República popular china que le arresta bajo acusación de espionaje. Atrapado en medio de este dramático torbellino, el protagonista muestra su total incapacidad para despegarse de la superficie estética. Por ejemplo, en un momento se alegra de que las penurias que atraviesa le sirvan para perder al fin esos kilos de más.
1979 es una novela fácil de leer, en un tono neutro y ágil. Está bien escrita y tiene la virtud de irritar al lector de vez en cuando. Eso sí, la historia puede parecer inverosímil,lo que no sería grave si no la acercara con peligro a lo simplemente trivial o superfluo.
¿Se admiten peticiones?
ResponderEliminar¡Por supuesto! (otra cosa es que las cumplamos, jejeje)
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