Idioma original: Hebreo
Fecha de publicación: s. VII a.C. - s. I d.C.
Valoración: Muy recomendable
Creo que es muy difícil negar o discutir que la Biblia es el libro -o conjunto de libros, según se mire- más influyente de la historia de la civilización occidental (¿y de la humanidad en general? Esto ya podría dar para algún debate). No sólo en el aspecto puramente religioso, por haber condicionado de manera radical la vida de millones de personas a lo largo de los siglos, sino también en su aspecto meramente cultural. Por ejemplo, sin conocer la Biblia es imposible comprender buena parte de la pintura o la literatura europeas, que tomaron de ella motivos, temas, historias, símbolos.
Por eso, la lectura que propongo de la Biblia no es la lectura del creyente, que la abre buscando respuestas espirituales, sino la misma lectura ajenada, curiosa y sorprendida que nos provocarían textos de otras culturas como el Poema de Gilgamesh o el Popol Vuh. Una lectura estética o literaria, si se quiere. Ya sé que esto es difícil, precisamente porque la Biblia está muy cerca de nuestra cultura (seamos o no cristianos), y estamos hartos de oír hablar de la manzana de Adán y Eva, de Moisés, Noé o Salomón, y por supuesto de Jesucristo, la Virgen, los Apóstoles.
Pero merece la pena intentarlo: coger la Biblia como si se tratara de una novela -una novela muy larga, es cierto-, o mejor aún, como el compendio de las creencias de una antigua civilización desaparecida (que, en cierto modo, irónicamente, es lo que es). Así, uno puede apreciar la complejidad narrativa y simbólica de la cosmogonía del Génesis; la fuerza narrativa de ciertos pasajes del Éxodo; la belleza poética del Cantar de los Cantares o de algunos de los Salmos -sí, hay más salmos aparte de "el Señor es mi pastor", que parece ser el único que se conoce en Los Ángeles-; la desesperación existencialista del Eclesiastés o la oscuridad surrealista del Apocalipsis. También el Nuevo Testamento -en especial, el Evangelio de San Juan y su enigmático "en el principio era el Verbo"- es interesante desde el punto de vista literario; de hecho, si jugamos a pensar que los cuatro evangelios conforman una novela, nos encontraríamos con un juego narrativo muy interesante: una misma historia contada por cuatro personas, donde abundan las contradicciones, las repeticiones, las variaciones...
Por supuesto, no todo en la Biblia es hermoso. Los libros que contienen listas de preceptos, normas o censos (Levítico, Números...) son bastante aburridos, aunque son también la fuente de muchas de las citas utilizadas para atacar a quienes proponen una lectura literal de la Biblia -por la inhumanidad de muchas de sus leyes-, y también de las citas utilizadas por todo tipo de asesinos en serie en novelas y películas policiacas con tintes religiosunos (la última que me viene a la cabeza es la archiconocida Los hombres que no amaban a las mujeres).
En definitiva, leer la Biblia como si nunca hubiéramos oído hablar de ella puede ser una experiencia apasionante, para cristianos y para no cristianos, además de ser un instrumento indispensable para acercarnos a una buena parte de la producción cultural occidental.
Santi nos mete aquí, como quien no quiere la cosa, en harina de siete costales. Tiene este libro unas cuantas peculiaridades comparado con todos los que hemos reseñado hasta ahora.
ResponderEliminarLa más notoria queda como velada por esa delicada manera que tiene Santi de omitir el autor (porque no, no has puesto "Anónimo"): la Biblia es uno de esos libros que derivan su pretensión de verdad de la negación de autoría por parte del autor. Éste se considera y presenta como mero transmisor de una altísima instancia que dota al texto de una fuerza incuestionable. Digo "uno de esos" y no el único, porque esta estrategia es también muy típica en la Filosofía y en el arte moderno: no es Hegel quien escribe, sino el Espíritu absoluto; no es Dalí quien pinta, sino el subconsciente.
Otras peculiaridades son que ningún otro libro -que yo sepa- ha tardado tantos siglos en escribirse ni contiene tantos géneros distintos. Probablemente es también el libro más traducido de la historia de la humanidad y aquel cuyas traducciones han sido más controladas y han levantado más controversias. (Piénsese en Lutero oculto en una torre, héroe de todo traductor.) Esta extraña relación con las diversas lenguas se da desde su origen porque, que yo sepa, no fue escrito sólo en hebreo, sino también en arameo y en griego. A la diversidad de versiones de la Biblia en distintas lenguas, que han podido encontrarse desde siempre, hay que añadirle la diversidad de compilaciones. Es bien sabido que la Biblia judía, la católica y la evangélica no coinciden.
Pues bien, esta extraña condición de inasibilidad de la Biblia (no hay una Biblia, por más que uno se empeñe) ha dificultado la primacía de las interpretaciones más literalistas. Al contrario, yo diría, de lo que puede ocurrir con el Corán, cuyas condiciones de redacción han podido favorecerlas: estar escrito en una sola lengua y tener desde el principio un canon unánimemente reconocido. Por supuesto que ha habido y sigue habiendo intentos por leer la Biblia literalmente, pero lo cierto es que cualquier fundamentalista bíblico debe al menos explicar porqué su Biblia no es igual a todas las otras versiones. Lo cual ya le dará un par de quebraderos de cabeza.