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sábado, 15 de noviembre de 2025

David Grann: El comandante yanqui


Idioma original: inglés

Título original: The Yankee Comandante

Año de publicación: 2012

Traducción: Sandra Caula

Valoración: muy recomendable


Con apenas ciento veinticinco páginas, y un tiempo de lectura de apenas un par de horas, El comandante yanqui es el tipo de lectura que ofrece mucho más de lo que tan escueto contenido pueda hacer presagiar. La historia de William Morgan, que se une en los años 50 a la guerrilla que acabará alzándose con el poder en Cuba, derrocado Batista podría parecer, en estos tiempos turbios dominados por las opiniones políticas contrapuestas usadas por doquier (sobre todo en las RRSS, por supuesto) como armas arrojadizas algo proclive a la idolatría, a la idealización. Y no es que la historia deje al régimen cubano en demasiado buen sitio, más bien simplemente añadido a la larga lista, con muchos miembros ya, de experimentos utópicos, tan loables y admirables en sus planteamientos, tan necesarios en sus determinados momentos históricos, tan deteriorados o directamente dinamitados por lo que siempre acaba siendo la naturaleza humana en su peor versión: avaricia, corrupción, afán de poder que se interpone en los ideales. También esa especie de paroxismo que ataca a cualquiera que ostenta el poder absoluto y que acaba haciendo cierta la máxima: todos los totalitarismos acaban pareciéndose y una de sus condiciones más habituales es la obsesión enfermiza por neutralizar a la disidencia, incluso en sus estadios más seminales. 

Queda clarísimo en esta biografía: Morgan perteneció al círculo cercano a Fidel Castro, cuya primera intención fue acabar con una dictadura e implantar la democracia en la isla caribeña. Y esa idea fue la que sedujo a Morgan un joven norteamericano cuya vida hasta ese momento había sido errática y poco ejemplar. Pero se sintió atraído por ese ideal, el de defender a los desfavorecidos que sufrían la fuerte represión de la dictadura de Batista, muchas veces con la connivencia o la ayuda descarada de los servicios secretos - la mítica CIA - siempre tan obsesionados por sofocar cualquier posibilidad de que los estados iberoamericanos pudieran desequilibrarse hacia la izquierda. Ese mapa de influencias de orden casi contradictorio (¿no eran ellos los garantes de la democracia y las libertades?) se configura a lo largo del libro y presenciamos como Morgan empieza a dudar de aquello a lo que apoyado. 

Por supuesto, la sombra de la traición (incluso la traición a uno mismo) acaba pesando en su vida, y Grann lo explica de una forma amena, directa, casi periodística y por supuesto sin desagradables decantaciones ideológicas. Nada tendencioso y casi bruscamente real, la historia de Morgan es tejida de una forma clara, vehemente, incontestable, en un texto de una concisión severa y aplastante, que ni siquiera necesita trazar elipsis, tal es su síntesis y su intensidad formal.

También de David Grann en ULAD: Los asesinos de la luna

4 comentarios:

  1. es alucinante lo romantizado que está el comunismo cuando es una ideología tan criminal como el nazismo, que no dejan de ser primos hermanos...qué facil es ser comunista en un país democrático, pero que difícil es ser demócrata en un pais comunista.

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  2. Me parece más alucinante lo naturales que nos parecen en cambio regímenes comunistas en lo político pero neoliberales en lo económico (léase China) o regímenes no comunistas pero represores de las libertades más básicas del ser humano, excepto la de mercado (léase Arabia, Catar y compañía). Es decir, cuando el capitalismo está de por medio, los derechos humanos nos sudan la genitalia.

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    1. Bueno...igual hay paises capitalistas donde los derechos humanos están en cuestión...lo que es seguro es que no hay derechos humanos en ningún país comunista

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