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martes, 3 de mayo de 2022

Siegfried Lenz: El desertor


Idioma original: alemán

Título original: Der Überlaüfer

Año de publicacion: Escrita en 1951, inédita hasta 2017

Valoracion: Muy recomendable


Mientras los creadores (cineastas, novelistas, dramaturgos, pintores, filósofos…) se afanan en demostrarnos que las guerras son una solemne estupidez, un absurdo y una trampa para quienes se ven involucrados, mediante alegatos antibélicos de todo tipo, unos cuantos se lucran a costa de la desgracia ajena. Siegfried Lenz levantó ampollas en su día con esta, su segunda novela, que la editorial recibió con entusiasmo y que acabo rechazando cuando aquel no se sometió a sus exigencias. Nunca llegó a verla publicada, pero conservó el mecanoscrito en sus dos versiones, con su título definitivo –uno de los aspectos problemáticos– y todas las correcciones que se hicieron. Y es que en plena Guerra Fría era impensable mostrar a un soldado alemán pasándose a las filas soviéticas. Ideologías aparte, salvar la propia vida y poder amar son dos buenas razones para ello, aunque quizá haya tres, pues su gran amigo –muy crítico con ese patriotismo perverso que desquicia a personas y países y, en particular, con la conducta de Alemania– acaba dando el empujón definitivo a un Proska sin grandes convicciones. Pero su evolución personal es patente: gracias a todo lo vivido y a las parrafadas éticas de Wolfgang –que no son más que las ideas del propio Lenz despachándose a gusto tras su personaje– su escepticismo madura con el tiempo, aprende lo que puede esperar de la vida, qué es lo que desea, de qué debe apartarse y por qué.

La novela tiene una estructura circular: en la escena inicial Walter está a punto de echar al correo una misteriosa y extensa carta dirigida a su hermana María, pero esto no ocurrirá hasta los últimos párrafos; entre uno y otro momento, se narra su participación en toda una guerra mundial, y en particular, cómo llega a verse involucrado en un episodio del que se siente culpable. Un asunto mucho más doméstico que la deserción en sí, ya que, en realidad, él no parece ver mucha diferencia entre uno y otro bando, la traición se encuentra más en el hecho de matar en sí mismo y en las pequeñas y grandes deslealtades a que obligan las circunstancias. Y es que, como espectadores, nos ponemos en la piel del protagonista: lo que ve son hombres que ocupan un espacio reducido, disfrutan con el paisaje, sufren las inclemencias del tiempo, se adaptan a los accidentes del terreno, pero cuando están frente a frente son el enemigo, y en esas circunstancias tan malo es disparar como inhibirse.

Algunos capítulos parecen escenas teatrales cuyos personajes, al darse la réplica, nos resultan cercanos y creíbles; otros, en cambio, recuerdan a películas de acción en las que la naturaleza juega un papel fundamental. El efecto cámara se intensifica a causa de esos fundidos en negro que nos trasladan en el tiempo cuando menos lo esperamos. Llegamos así a  los tiempos de paz y por tanto a una situación más normalizada, al menos en apariencia, donde un Proska más crítico comienza a atar cabos y se siente incómodo en su confortable cargo burocrático. Es entonces cuando tiene lugar su diálogo con el coronel que parece un preludio de lo que sucederá en la vida real entre los editores y el autor. Y es que, pensándolo bien, no es de extrañar que la editorial rechazase de plano la segunda versión de la novela, esta vez enriquecida y ampliada, con el asunto de la deserción como tema fundamental, sin olvidar la censura y las purgas. ¿Cómo no se iba a censurar un texto que condena una práctica tan habitual por entonces? Y que aún no se ha abandonado, por cierto, aunque nos guste presumir de lo contrario.

Lección de alemán era, hasta hace poco, lo obra mejor valorada del autor, pero al encontrarse el manuscrito tras su fallecimiento y aparecer publicada en 2017 esta novela ha pasado a ocupar el primer puesto de un currículum extenso y destacable. 



También de Siegfried Lenz: Lección de alemán

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