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sábado, 6 de noviembre de 2021

Gianfranco Calligarich: El último verano en Roma

Idioma original: italiano

Título original: L´ultima estate in città

Traducción: Carlos Gumpert Melgosa

Año de publicación: 1973 (edición de 2020)

Valoración: Recomendable


Esta vez sí, nadie podrá decir que título y cubierta no retratan a la perfección el escenario y el espíritu del texto: la Roma eterna, la de Fellini y Mastroianni, las plazas desiertas por la noche y abarrotadas de turistas por el día, el duro verano meridional, mujeres fascinantes. La misma ciudad es de alguna forma protagonista del libro, con lo que este podría muy bien haber formado parte de aquella serie a la que, si no recuerdo mal, llamamos Ciudades de libro. Una ciudad que, según el propio protagonista, exige ser amada, y para quien no transija con ello se hace insoportable y obliga a abandonarla. Aunque en mi opinión, Leo Gazzarra, que así se llama nuestro protagonista, sí que ama Roma, aunque él piense que no y aunque ello no sea suficiente.

Leo es un periodista de poca monta, un outsider, exalcohólico, un perdedor, vividor insatisfecho, con un notable atractivo para las mujeres. Va dando tumbos por distintos trabajos que abandona o de los que es despedido, hasta terminar mecanografiando crónicas de otros en un diario deportivo. Casi siempre sin un céntimo, se dedica a rodar por los bares o a buscar amigos que le inviten a cenar. Un tipo más o menos inadaptado en esas noches romanas que combinan soledad, fiestas y algo de ligoteo, una cosa también muy cinematográfica.

En una de esas reuniones conoce a Arianna, que podría muy bien ser la chica de la cubierta, aunque, si se me permite el inciso, esta nos recuerde vagamente a Keira Knightley, que tiene más bien poco de romana. Arianna es extremadamente atractiva, frágil, divertida, imprevisible, huidiza, absorbente, una joven perfectamente dotada para hacer enloquecer a un hombre. Largas madrugadas que terminan comprando cruasanes en una panadería, escapadas hacia el mar o a barrios extraños, paseos por las calles vacías, despedidas definitivas y reencuentros van llenando ese verano sin que esté claro que esto lleve un rumbo concreto, para eso se trata de dos personajes que se salen de lo convencional sin que ellos mismos tengan la mínima idea lo que desean, tal vez solo vivir. 

Arianna es en mi opinión una especie de encarnación de la Roma que asiste a sus correrías, como la ciudad necesita sentirse amada, y Leo, que es del norte, se siente obviamente atraído pero también parece impulsado a rehuirle. No sé si la figura retórica, de la personificación de la ciudad, digo, es hecha a propósito o solo una sensación que se deriva de la lectura, pero me parece bastante evidente, y creo que adecuada si queremos optar por esa otra lectura. El caso es que en esta extraña relación no parece haber paz para ninguno de los dos, que parecen disfrutar y sufrir a partes iguales, tanto distanciándose como volviendo a reunirse. Así que se suceden amagos de huida, inmersiones en el alcohol y parejas sustitutivas, sea todo ello un ensayo de eventuales soluciones o simplemente búsqueda de otros caminos para salir del laberinto.

La narración es sobria y eficaz, con cierta frescura como de quien no quiere pulir excesivamente el resultado. Calligarich se maneja bien dibujando ambientes y sensaciones, y brilla en especial cuando retrata rincones de esa Roma omnipresente y arrebatadora. No me resisto al ejemplo:

"Era el viejo corazón de piedra de la ciudad que cinco siglos antes habían construido unos arquitectos visionarios a las órdenes de severos pontífices y donde un número desproporcionado de iglesias, encajadas entre las casas, levantaban sus crestas de travertino para señalar la posible atrocidad del cielo".

Lástima que no acompañen mucho los diálogos. Es cierto que no son precisamente el aspecto más importante del relato, pero resultan a veces algo caóticos y producen una sensación rara, sobre todo en lo que se refiere a Leo, con sus comentarios forzadamente cáusticos, como de duro de película. Tampoco es lugar para analizar con mucha más profundidad el asunto, pero no termina de casar del todo el proceder del personaje y su expresión oral.

Hechas las precisiones, hay que decir que me parece una buena novela, consistente, con buen ritmo, y que se lee con agrado y un grado de tensión adecuado. Si acaso parece inevitable cierta sensación de déjà vu, porque llevamos en la mochila bastantes relatos y numerosas películas con parejas imposibles que se encuentran y se separan de forma desconcertante en una bella ciudad. Pero qué diablo, si la historia es atractiva y está bien contada, tampoco importa demasiado una más en la colección.


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