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domingo, 11 de abril de 2021

Daniel Gascón: Un hipster en la España vacía

Idioma original: español

Año de publicación: 2020

Valoración: se deja leer (pero da un poco de sonrojo)

Para empezar, agradecer al autor que el título de su novela se ajuste como un guante a su contenido. No engaña a nadie excepto a aquellos seres retorcidos, como este que esto escribe, que piensa que en el ámbito literario tales obviedades no pueden darse y que los escritores (o algunos con cierta aura) suelen optar por títulos crípticos, aunque sea por la premisa esa de que título (o portada, o primera frase o primer párrafo) es elemento determinante para el primer impacto ante el lector / comprador / usuario. Así que aquí la sencillez (...) empieza por la descripción fiel al contenido esperado. No me extraña que alguna plataforma de streaming ya haya adquirido los derechos para una serie y todo, serie en la que no es difícil imaginar hasta a ciertos actores en ciertos papeles.

Serie, por cierto, que creo que no duraría más allá de una segunda temporada en que un equipo de guionistas se diese (obvia) cuenta de que la idea no da para más que eso. Chascarrillos, topicazos, analogías sobadas, escenas más o menos forzadas donde estirar y sobreexplotar el choque o conflicto o antagonismo entre el mundo rural y el estereotipo urbano. Por encima de personajes retratados en grano grueso y trazados con suma tosquedad, porque que de estas páginas solo se recuerden anécdotas trilladas, que si hay que ir a la era para pillar cobertura con el teléfono móvil (como ilustra la portada), que si el protagonista no puede sobrevivir sin su café en cápsulas y se lo hace llegar un dron de Amazon...
 
En fin, una historia esquemática que muestra un protagonista que huye de algún conflicto político capitalino, que se presenta en un pueblo de esa España vacía (con curioso homenaje a la obra de tal título de Sergio Del Molino) y que, como buen urbanita (porque los habitantes de la ciudad siempre serán venerados por los pueblerinos, con cierto recelo pero venerados porque ser de pueblo significa ser un borrico acomplejado al que hay que orientar por la vida para que no salga corriedo cuando vea un autobús) pronto los lidera y los orienta, hasta casi sin querer les seduce a las mujeres y le gana las elecciones al típico alcalde de toda la vida, machista y caciquil, al que los vecinos votan por ser simplemente el que más ha progresado. Y, como buen líder moderno, les enseña a gestionar sus cosas, les monta cursillos haciendo de coach sobre la nueva masculinidad, y los adiestra en el lenguaje inclusivo y les enseña a reivindicar la esencia de lo propio. Arranca iniciativas que solo un urbanita podría arrancar, porque ya se sabe que los de pueblo son muy cerraos. Poco importa que el protagonista se llame Enrique, su destino sea un pueblo de Teruel y su origen alguna organización de izquierdas que lo ha relegado a un segundo plano. Aquí, en esta deslavazada historia sin un recorrido pero con mucho potencial (televisivo, quiero decir), que parece más una sucesión de escenas poco trabajadas, que parece más un guion en borrador, que se universaliza porque éxodo rural lo hay aquí y en Dinamarca, en Perú y en Wisconsin, choque de mentalidades ídem de ídem, y todos los etcéteras posibles, se trata de pretender explotar un terreno que ya nos suena a todos. Con otro entorno, otro pretexto y mucho mejores resultados posteriores ya lo habíamos visto en Los asquerosos y, que me perdone Daniel Gascón, Santiago Lorenzo lo solventaba con mayor talento y recursos literarios. 
Puede que yo pensara que me enfrentaría a algo de mayor enjundia, no lo descarto, pero Un hipster en la España vacía es una novela intrascendente, casi una parodia fallida, tan local en su concepción como global en su trasfondo que suena, con las adaptaciones temporales y tecnológicas oportunas, a demasiadas cosas ya vistas y ya leídas.


3 comentarios:

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