Idioma original: francés
Título original: Jewish Gangsta
Año de publicación: 2017
Traducción: Juan Manuel Salmerón
Valoración: recomendable
Contra lo que uno pueda pensar si consulta en la red sobre este libro, Jewish Gangsta no es un libro sobre unos chicos que se redimen a través de la música. Puede interpretarse en algunos aspectos, pero yo diría que esa trama es simplemente colateral, no una anécdota sino una línea más aunque quede bonito, casi decorativo, aquello de hablar de las artes como elementos redentores que alejan a las personas de la mala vida. Pero si eso se dice del deporte y se dice de los estudios y se dice de volcarse en ayudar a los demás. Demasiadas cosas alejan de la mala vida y aún así aquello está abarrotado.
Claro que lo de subsistir en los barrios duros de NY allá por los 80 no era cuestión sencilla. Y la historia que cuenta Karim Madani no pretende aparentarlo. Chicos blancos, judíos, en medio de los barrios dominados por afroamericanos y puertorriqueños entregados al menudeo con la droga, al boosting (robo a gran escala en tiendas, preferentemente de ropa o artículos electrónicos) y a eso, a la supervivencia en un entorno extremo donde o eres de una banda y tienes tras de sí a policía y bandas rivales o no lo eres y tienes tras de ti a todo el mundo. Porque pasearse por esos barrios (Brooklyn era pre-hipster, Bronx) era una provocación a todas horas, y en ese mundo podrido por el materialismo las provocaciones salían muy caras.
Así que Ill, Necro y J.J. son los tres protagonistas van y vienen en los capítulos. Sus vaivenes son los propios de la gente de sus edades en los barrios que habitan. Jewish Gangsta no es un libro de redención a través de algo sino de adaptación al entorno, de mantenerse a flote entre un mar de mierda e intentar capturar alguna oportunidad que te haga regatear al destino. No es fácil. Muchos se quedan en el camino y este libro está lleno de muertos y está claro, lógica aplastante, que la historia más larga y la historia más contrastable es la del que sigue vivo para contarla. No se trata de decir que son los héroes. Los párrafos finales, los que explican qué ha sido de ellos, no describen a seres superiores capaces de alzarse por encima de los demás, sino a simples supervivientes. Su historia es un mero pretexto para explicar ese duro escenario de lucha, el de las comisaría de distrito, las prisiones que hacen cualquier cosa menos rehabilitar, la obsesión por la ropa Ralph Lauren, el surgimiento del rap como expresión de la calle, las armas, el florecer de las drogas baratas, el menudeo en las esquinas.
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