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lunes, 2 de octubre de 2017

T.H. Marshall / Tom Bottomore: Ciudadanía y clase social

Idioma original: inglés
Título original: Citizenship and Social Class
Traducción: Pepa Linares
Año de publicación: 1992 (y 1950)
Valoración: Recomendable


Bueno, bueno, que no se me solivianten los incondicionales de la narrativa y la ficción. Efectivamente, estos ensayos que conocen bien (o deberían) los estudiantes de Sociología, Relaciones Laborales o Ciencias políticas se apartan de lo que entendemos por literatura, pero distan también mucho de un libro de texto. Y, bueno, dejemos que las ciencias sociales tengan de vez en cuando un hueco, aunque tímido, en nuestro ilustre blog. Así que vamos con ello.

El sociólogo Thomas H. Marshall escribió el ensayo que da título al libro en 1950, y que desde entonces fue considerado pieza fundamental en el estudio de los derechos de los ciudadanos, su evolución e interacción con el concepto de clase social, entendido fundamentalmente –aunque no sólo- desde el punto de vista económico. A grandes rasgos, Marshall identifica con el concepto de ‘ciudadanía’ el estatus que un individuo disfruta como miembro de una comunidad. Se construye esa ciudadanía con los derechos civiles, políticos y sociales, que han ido ganando terreno, de forma sucesiva y en el orden indicado, desde el siglo XVIII hasta el XX.

Ese cuerpo de derechos conforma una estructura igualitaria, inexistente en épocas anteriores, pero que se establece sobre una realidad social que es profundamente desigual, porque está determinada por la existencia de clases sociales. De forma que se produce una tensión permanente entre el aspecto formal de la ciudadanía y su contenido sustantivo. La gran aportación de Marshall es la constatación de esas dos realidades y su fricción, frente a perspectivas que sólo llegaban a contemplarlas de forma separada (jurídica y económica, fundamentalmente).

Marshall expone la cuestión con sencillez y claridad, analizando ejemplos que ilustran la teoría: la beneficencia como forma de combatir la pobreza extrema, aunque sin atacar sus raíces; la educación, teóricamente dirigida a igualar, pero que en muchos casos perpetúa las diferencias; el derecho de propiedad, que garantiza la capacidad teórica de poseer, pero no su acceso efectivo. Puede que nos suene a conceptos muy conocidos y demasiado manoseados pero, formulados a mediados del siglo pasado, la cosa no resultaba tan nítida.

Cuarenta años después, el otro Thomas (Bottomore) elabora una revisión del trabajo de Marshall, a la luz de lo ocurrido en las décadas siguientes. Constata el autor cómo subyace el conflicto apuntado por Marshall, y el avance de los derechos sociales (lo que llamaremos ‘Estado del bienestar’) se va convirtiendo en un bálsamo que impide que se ataquen las desigualdades de clase, que en ningún caso desaparecen. Es más, tras una fase inicial de cierto progreso en estas conquistas, en especial a partir de los años 70 el movimiento se ralentiza e incluso muestra una regresión. Como en el caso anterior, Bottomore se detiene a analizar distintos aspectos que hacen luz sobre sus planteamientos, quizá con un matiz marxista que en Marshall era más difícil de detectar.

Tampoco se ahorra cierto grado de crítica a su ilustre antecesor, poniendo de manifiesto cuestiones que Marshall había ignorado, como la desigualdad absoluta con que la ciudadanía (y sus derechos, incluso nominales) se aplica en función del sexo y, en muchos casos, del origen étnico del individuo. O las enormes diferencias entre las sociedades occidentales y los países menos desarrollados, o las consecuencias medioambientales de la cultura del crecimiento, temas éstos que en la época de Marshall probablemente ni se pasaban por la cabeza a los teóricos o pensadores.

Y aquí se podría añadir que ambos ensayos, pero muy especialmente el de Marshall, se centran casi exclusivamente en la sociedad británica y parecen no ver nada más allá. Una inclinación muy inglesa esa de sentirse el ombligo del mundo que, aunque pienso que en este caso no desmerece el análisis ni el interés de las teorías expuestas, sí le dan un sesgo algo provinciano.

Pero no sólo ha pasado mucho tiempo desde el primero de estos dos trabajos, sino que ya han transcurrido 25 años desde el segundo, y la gran pregunta es ¿no sería hora de que alguien escribiera ‘Ciudadanía y clase social sesenta años después’? Se quedaba Bottomore con la inquietud de que el neoconservadurismo (aunque no lo llamaba así) pusiese en riesgo los derechos sociales construidos en las décadas anteriores, pero ¿no se ha llevado años después la crisis no sólo una buena parte de todos esos derechos sociales, sino incluso algunos derechos políticos y hasta civiles? Las clases sociales, aunque con una segmentación diferente, se mantienen o incluso aumentan sus diferencias, y existen hoy en día grandes colectivos de personas que han quedado fuera del sistema. De manera que, a efectos prácticos ¿no podría decirse que incluso aquel concepto de ciudadanía puede estar siendo desmantelado?

5 comentarios:

  1. Buena y necesaria entrada, Carlos. Como dices, hay conceptos que supuestamente deberían estar más que aprendidos, pero en la práctica corroboramos que no. Hay canciones que son necesarias de cantar una vez más. Hoy, al igual que en el siglo pasado, es imposible medir todo lo que nos rodea sin caer en términos económicos. A la prueba el valiosisimo "Informe Stern", primera obra con la que nuestros líderes prestaron "atención" al cambio climático, y no gracias a que pudieran dar valor a la futurologia científica o la vida misma en este planeta, sino, porque Stern puso números económicos a las pérdidas que este fenómeno nos traería. Trae, es más correcto.
    Un profesor de la carrera de ciencias ambientales, el doctor Luque, solía repetir que nuestro mundo se mueve bajo las ideas de economistas muertos. Muy acertado, pienso yo.

    Creo, que la obra que buscas, que puede ser remplazó y dar actualidad a esta, es: "La sociedades del riesgo", del también sociólogo Ulrich Beck (grano en el culo de Merkel mientras vivió).

    Un saludo.

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  2. Muchas gracias Interlunio. Por lo poco que sé la perspectiva de Beck es algo más amplía que la económico-sociológica de Marshall y Bottomore. De todas formas puede ser una buena línea de continuidad, adaptada a los sociedad de los tiempos más recientes.
    El elemento económico como determinante (a través de la lucha de clases, aunque no siempre) muestra un matiz marxista, que tal vez habría que revisar en este siglo XXI, aunque tampoco lo tengo tan claro.
    Encantado de charlar contigo una vez más.

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  3. El gusto es mío.

    Creo que el principal aporte de Beck es la ineludible introducción de la globalizacion en todos sus análisis. Ésta, junto a la tecnología han avanzado de manera estrepitosa, pero nuestras nociones de derecho y responsabilidad quedaron ancladas en el XIX, donde un labrador es responsable únicamente de la extensión que la guadaña hace de su brazo.
    Hoy, la diferencia de clases y la explotación laboral en cualquier empresa china está directamente relacionada a nosotros entrando en una tienda de ropa en occidente. Medio Oriente disparandose, con nosotros poniendo gasolina en el Carrefour, etc.
    Estos ejemplos solo señalan nuestra falta de comprensión hacia nuestras responsabilidades medidas en el espacio. Si agregamos a esto la medida de tiempo podemos entender bastantes más de nuestros problemas actuales.

    Sobre el monopolio de la economía,nueva religión, recuerdo que la semana pasada recibimos la buena noticia (calificable de buena únicamente por el contexto de donde proviene), de que las mujeres podrán conducir en Arabia Saudí. Sinembargo, miembros de la monarquía absoluta que los gobierna, dejaron escapar que la medida respondía más a la rentabilidad que a los derechos de la mujer, que a la razón o a la coherencia. Simplemente, estaban perdiendo dinero si las mujeres no salían a conducir.

    Por suerte no soy historiador, pero sentí un escalofrío al pensar en cuántos de nuestros derechos han respondido a la rentabilidad y no a la coherencia, no a nuestro valor intrínseco como personas. Ese derrotero, me temo, el de hacer un análisis así, puede dar unos síntomas de amargura superiores.

    En cuanto al Marxismo, yo creo que debe ser revisado constantemente, no porque lo idolatrice ni mucho menos, más que nada porque aL señor Adam Smith lo traemos de fábrica.

    Gracias por el espacio.

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  4. Está claro que la perspectiva histórica de los ensayos ha quedado desenfocada por el paso del tiempo. Lo subrayaba ya Bottomore, que aportaba puntos de vista que en su momento eran novedosos (la discriminación por sexo, el medio ambiente, etc) pero, claro está, ya muy entrados en el siglo XXI todo esto ha adquirido una dimensión desconocida. Aunque sea una percepción bastante simple y casi nunca cierta, da la sensación de que el mundo gira a una velocidad cada vez mayor, y a todas esas circunstancias que apuntaba Bottomore (algunas de ellas en fases ya muy avanzadas) sumamos el fenómeno que tú apuntabas, inesperado y de importancia descomunal, de la globalización y, en los últimos años, la terrible discontinuidad de la crisis, que ha puesto patas arriba muchos conceptos que dábamos por asentados.

    Pero quizá el valor de estos trabajos es haber definido una estructura lógica para entender la interacción entre derechos nominales y segmentación social. De esta forma, aunque el análisis de la realidad pueda haber quedado desfasado, el instrumento sigue siendo útil para aplicarlo a condiciones muy diferentes y seguramente más complejas.

    Estupenda charla!

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  5. Sin duda alguna. Como en todas las ciencias, antiguos trabajos se valoran no solo por respeto, también porque han sido base fundamental para los nuevos. En Biología evolutiva, algunas teorías de Darwin quedaron nulas con los nuevos descubrimientos, pero sigue siendo el padre de las teorías de la evolución. Como él, Mendel y tantos otros. Sin sus trabajos no podríamos identíficar, siquiera, sus errores de cálculo.
    ¿Cuánto más? si hablamos de ciencias sociales, con toda la amplitud de factores que abarca.

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