Título original: The Man Who Fell in Love with the Moon
Año de publicación: 1991
Valoración: Muy recomendable
Como toda
gran obra de ficción, El hombre que se
enamoró de la luna admite cualquier clase de lectura: realista, simbólica y
fantástica; crítica o de mero entretenimiento; situada en sus coordenadas de época
y lugar o en otras diferentes; entendida en sentido figurado o ciñéndose a lo
que se narra.
Excellent,
una pequeña localidad de Idaho, unos personajes tan inquietantes como tiernos, un
entorno hostil donde se lucha literalmente por la supervivencia, un argumento
que no deja tregua al lector y, como no podía ser de otra forma, un radical
pesimismo. Con estos materiales, y aunque cueste creerlo, Spanbauer nos
arrastra a una aventura emocionante, por su exotismo, crudeza, sinceridad y esas
ráfagas a base de misterio e intriga que mantienen la tensión hasta el final.
Metáforas,
motivos poéticos y grandes temas literarios se alternan, combinan y repiten de
forma casi rítmica aproximándose tanto al poema como a las leyendas antiguas: la
luna, el círculo de luz, el ojo izquierdo, los berdajes, maternidad y
paternidad poco convencionales, ojo izquierdo, dominación racista, mestizaje,
prostitución, sexo, miseria, ritos, fraternidad, el diablo, el significado de
los nombres. Y, surgiendo de toda esa miseria, algún destello filosófico, la
razón, chispas culturales heredadas de momentos mejores, pero sobre todo el
relato, la literatura como alimento de la mente:
“Tú vives conociendo y comprendiendo que eres una historia que has inventado para mantener alejada a la luna. Y como sabes lo que es vivir sin una historia, te has vuelto un experto en historias y en el poder de las historias. ¿Qué es un ser humano sin una historia? –preguntaba. Es un niño mestizo y pervertido que persigue al pájaro teruteru, que mira por las ventanas a la gente que hay dentro, que mira a quienes creen que son, cómo les van sus historias… y cómo se las arreglan.”
El autor
maneja como nadie las emociones del lector: a algunos personajes –como Alma Hatch,
Cobertizo, Ida Richelieu o Dellwood Barker– los vamos a querer hagan lo que
hagan aunque sean tan imperfectos como el que más. A todos ellos podríamos
calificarlos de desastres, pero les
une la sinceridad, la constancia en su lucha vital, el amor mutuo y, por encima
de todo, su aversión a la intolerancia. Llegamos así a la clave de todo: comprobaremos
una vez más, por si no lo sabíamos ya de sobra, que el fanatismo no sirve más
que para atraer a la muerte.
Además de los
dos episodios que, en un contexto excesivo de por sí, me han parecido
exagerados hasta lo inverosímil –el nacimiento de los segundos gemelos y la
confesión final de Dellwood–, existe un escollo prácticamente insalvable: el del
idioma. Cobertizo, el protagonista, que
es quien relata los hechos, tiene una manera muy particular de expresarse. Por
ello, la novela resulta intraducible y, a pesar de su genialidad, se lee con
cierto malestar en castellano.
Una historia
tan sombría y entrañable como hilarante. Se me ocurre, y ojalá me equivoque,
que cuando se publicó la novela los lectores estaban mucho más dispuestos a disfrutarla
que ahora mismo. Teniendo en cuenta que desde entonces nuestras sociedades se
han ido volviendo progresivamente más rígidas, quizá hoy, no solo lo que narra sino incluso el simple hecho de leerla, constituya un desafío
a la intolerancia. Desde los primeros párrafos encontramos frases que podrían herir la sensibilidad del espectador,
así que quien sea propenso a escandalizarse mejor ni se moleste en abrirla. No
por las imágenes subidas de tono, de eso no encontrarán gran cosa, lo que se
produce aquí es una demolición de tabúes de forma natural –y hasta ingenua –
sin hipocresías, arrepentimientos ni rubores, la inmersión en un mundo
primitivo casi en estado puro, aunque se ubique en fechas tan recientes como el anterior cambio de siglo. donde todo, menos el puritanismo, escasea; una forma de vida que exige seguir
adelante con los recursos disponibles, casi reducidos al apoyo de los más
cercanos y al ímpetu que pueda reunir cada cual.
Más libros de Tom Spanbauer reseñados en ULAD: Yo te quise más
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Hola!
ResponderEliminarNo conocía este libro pero me lo apunto para mi lista de próximas lecturas.
Saludos.
Interesante reseña e interesante libro al parecer. Me quedé pensando en qué le habrá faltado para tener un "imprescindible" en lugar de "muy recomendable".
ResponderEliminarSaludos
Emotivo libro. Estuvo bien, muy recomendable, en efecto...
ResponderEliminarHuyo de los libros que contienen una subordinada adjetiva en el título.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola a todos
ResponderEliminarAbracalibro, si eres una persona con mente abierta y comprendes que una traducción fiel es imposible, te gustará seguro.
David, me alegra que estemos de acuerdo. Saludos
Anónimo: estupendo, es tu elección. Aquí solo recomendamos.
Alexis y Farmid. Mis motivos para no darle el imprescindible son tres (tan discutibles como los de cualquiera) y, casualmente, están contenidos en un solo párrafo, así que lo copio:
"Además de los dos episodios que, en un contexto excesivo de por sí, me han parecido exagerados hasta lo inverosímil –el nacimiento de los segundos gemelos y la confesión final de Dellwood–, existe un escollo prácticamente insalvable: el del idioma. Cobertizo, el protagonista, que es quien relata los hechos, tiene una manera muy particular de expresarse. Por ello, la novela resulta intraducible y, a pesar de su genialidad, se lee con cierto malestar en castellano."
Los dos primeros conciernen al argumento y, tanto por razones de espacio como de respeto a quienes no lo han leído, no los comentaré aquí. Por supuesto, mi opinión es totalmente subjetiva.
Llegamos al asunto del lenguaje. No me cabe duda de que el idiolecto de Cobertizo es una magnífica creación de Spanbauer, tampoco que Claudio López de Lamadrid ha obrado maravillas con él. Pero yo lo he leído en el castellano un poco raro que resulta cuando se traduce algo intraducible, y esa pequeña incomodidad unida a los otros dos detalles le han restado lo poco que le falta para llegar a la perfección completa. (De paso, recomiendo a todo el que tenga un nivel alto de inglés que lea el original)
Estas son mis razones, si no os gustan no tengo otras. Groucho solo ha habido uno, por desgracia.
Es un libro maravilloso y necesario, que rebosa naturalidad y sabiduría, y muestra el sexo como la manera más efectiva y verdadera de comunicación entre los seres humanos, sea cual sea su género o raza. No existen prejuicios de ningún tipo en el Local de Ida, ¡sed todos bienvenidos a él y echemos un trago de whisky a la salud de Cobertizo, Alma y Dellwood!
ResponderEliminarEn un contexto tan primitivo quizá, en la vida real naturalidad y honorarios no concuerdan.
ResponderEliminarLa traducción incluye perlas como "quinceava vez", por decimoquinta o "habían personas" por había personas. Errores muy corriente entre algunos catalanoparlantes hablando castellano, que ignoran que el verbo "haber" es impersonal. Lo cual no es muy grave salvo que te dediques a la traducción.
ResponderEliminarLos ordinales se utilizan poco, pero lo de los impersonales clama al cielo. Ya no recuerdo ese detalle concreto del libro, si sé qué muchos periodistas, sean de dónde sean, lo utilizan con seguridad y entusiasmo. En el lado opuesto, hay ultracorrecciones, que son menos pero chirrían lo mismo.
ResponderEliminarSaludos
Ayer buscando un libro en la biblioteca, me quedé mirando este en la estantería de recomendados y la bibliotecaria me lo recomendó diciendo que no sabía como calificarlo pero que le encantó. Me lo llevé, lo empecé a leer ayer mismo y me hipnotizó. Me sentí como si estuviera viendo una gran serie de tv con bellas imágenes y una voz en off profunda, sosegada y poética. El vocabulario y la composición gramatical te atrapa por su extrañeza. No soy un gran conocedor de la gramática para criticar el texto. Pero simplemente por ser inusual ya vale la pena leerlo. No lo he terminado y quizás hablo demasiado pronto, pero estoy deseando llegar a casa para seguir leyendo, eso para mi dice mucho. Saludos
ResponderEliminarBueno, supongo que a estas alturas llevarás el libro más que adelantado y espero que la fascinación haya ido en aumento a medida que leías, igual que me pasó a mí.
ResponderEliminarSobre la gramática, hay que agradecer al traductor que haya hecho malabares para adaptar la gramática inusual del inglés y que quede convincente. No ha debido ser nada fácil. La pena es que quienes no lo dominamos tengamos que perdernos la versión original (y hablo por mí).
Pero no solo es la gramática, es que vamos de sorpresa en sorpresa, que manifiesta una amplitud de ideas notable, que ofrece su visión particular de la América profunda, que crea unos personajes maravillosos, que nos hace reír y llorar. Y, sobre todo, sobre todo, la ternura que desprende.
Como ves, después de tanto tiempo, el hechizo de su lectura no se ha perdido y espero que a ti te pase igual. Quizá te apetezca volver por aquí y contarnos tu impresión después de terminarlo.
Leí este libro por primera vez hace veintidós años y me atrapó desde el principio. Lo leí con los ojos tan abiertos como podía, las páginas quemaban y mis ojos, de vez en cuando, tenían que parar por la intensidad de la lectura. Creo recordar que lloré al acabarlo. Cobertizo, Ida, Alma y Dellwood habían sido como una familia para mí, lo he tenido que leer varias veces después por el simple placer de reencontrármelos. Estoy de acuerdo con tus dos pegas argumentales, chirrían y, sin embargo, para mí no le restan ni un ápice de fuerza al relato. En cuanto a la traducción, no conozco el original, pero siempre me dio la sensación de ser una magnífica traducción la que hay al castellano peninsular, hay una poesía tan profunda en esa prosa exuberante y rara... Pocos libros me han tocado tan fuerte y me han dado la sensación de que el autor estaba en carne viva al escribirlos. Para mí, desde luego, sí es un imprescindible. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarHola Javier. Valoraciones aparte -que quizá por buscar la objetividad resulten demasiado rigurosas-, estoy de acuerdo contigo en todo. Después de cuatro años y medio, la fascinación por la novela y sus personajes sigue intacta. No soy de releer, pero desde luego esta es una lectura a la que me apetecería volver de vez en cuando. Por otra parte, hay que reconocer que, por su contenido polémico, no le puede gustar a todo el mundo.
ResponderEliminarSaludos y gracias a ti.