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jueves, 19 de agosto de 2010

Romain Gary: Lady L.


Idioma original: francés
Título original: Lady L.
Año de publicación: 1963
Valoración: Recomendable


Lady L. es un curioso monólogo –en realidad, existe interlocutor pero apenas es un recipiente, con cierta tendencia a escandalizarse – a través del cual, una dama de la alta sociedad inglesa, en el transcurso de su ochenta cumpleaños, de vuelta de todo tanto por su edad como por su particular experiencia de vida, confiesa al fiel y remilgado Percy su verdadero origen y las inauditas circunstancias que la encumbraron hasta su actual posición, de la que lleva disfrutando ya unas cuantas décadas.

El conjunto de confidencias está repleto de ironía, sátira política y social, repaso a vuelo de pájaro de algunos acontecimientos históricos, reflexión sobre la idiosincrasia del ser humano, pero sobre todo es una divertida reflexión sobre la naturaleza engañosa de las apariencias. Esta anciana, considerada venerable tanto por el número de años vividos como por la antigüedad de su apellido, se encuentra por encima del bien y del mal y hace tiempo que puede reírse a gusto de todos los convencionalismos de una sociedad hipócrita. Pero la desvergüenza de su particular "si yo te contara…" se ve rebajada al compararla con el paisaje humano que la rodeó, también por su alarde de sinceridad, valentía e inteligencia y, sobre todo, porque podemos imaginar la vida que le esperaba de no haber sido tan lista. Gary consigue que el personaje resulte simpático al lector, se pone descaradamente de su parte y nadie puede reprochárselo, ya que el objetivo de cualquier artefacto literario es precisamente ése: hacer que veamos el mundo a través de los ojos del que lo muestra. Además, nuestro autor por fuerza tenía que identificarse con un personaje así ya que él mismo puso en marcha cierto engaño honesto, un juego entre verdad y ficción, con la intención de dejar en evidencia la arbitrariedad de la crítica que dominaba los gustos literarios del momento.

Romain Gary, que en ruso significa Arde Novela, lituano, nacido Roman Kacew, escritor prolífico donde los haya, que ejerció, además, de piloto de guerra, diplomático, director de cine y guionista, llegó a poner en circulación dentro del mundillo parisino a un escritor inexistente, un alter ego, Emile Ajar, con obra real, – cuyo éxito fue meteórico – que iba completando de forma paralela a la propia, lo que añadía verosimilitud al asunto – con biografía propia que, necesariamente, hubo de enriquecer según pasaba el tiempo. Incluso, y ante la incredulidad creciente, terminaría presentando a un personaje de carne y hueso cuando no había otro remedio que poner cara al tal Emile. A esto se prestó un primo suyo, naturalmente con contrato firmado y la complicidad de su editor (Gallimard). Sólo después de la muerte de Gary se descubrió que, a pesar de estar prohibido y teniendo en cuenta que el supuesto Ajar había tenido la honradez de renunciar al premio, una sola persona había recibido, por primera vez en la historia, dos veces el Goncourt.

La novela se llevó al cine en 1965 dirigida por Peter Ustinov, y protagonizada por Paul Newman, Sofía Loren y David Niven. Sin duda se trata de un film lleno de encanto, muy bien realizado, con interpretaciones convincentes y un desarrollo magnífico del argumento, hasta que el edulcorado y complaciente desenlace se carga todo el significado del relato original.

6 comentarios:

  1. Muy curioso, me hace pensar en Cinco horas con Mario, aunque probablemente no tenga nada que ver.

    Hace poco tuvimos en el blog otro ejemplo de un escritor que se inventaba a un "alter ego" y lo encarnaba en una persona real, ¿no? No recuerdo cuál era, y me da pereza ponerme a buscar :)

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  2. Bueno, lo único en común que se me ocurre es que uno parlotea mientras el otro escucha. En la de Delibes la pasividad de ese otro es mayor por razones obvias. Claro que Sir Percy manifiesta estupor y poco más. Además, si nos fijamos en las interpretaciones de Carmen en "Cinco horas..." la verdad es que dan mucha vida al "muerto" por lo que estaría mucho más vivo que el otro, ya que ella solita se encarga de traducir lo que Mario pensaría, haría etc.
    Supongo que lo decías por eso. El resto no se parece.

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  3. Sí, lo decía por lo de ser un monólogo en el que una mujer habla sin esperar (casi) respuesta de su interlocutor, y se retrata a sí misma y al mundo que la rodea. Pero es verdad que en esta, por lo que tú dices, las visiones del mundo que reflejan los dos monólogos no tienen absolutamente nada que ver: Carmen la viuda de Mario es presa de los convencionalismos y refleja una mentalidad conservadora, mientras que Lady L. es una mujer libre y contestataria (o así me la imagino yo, a partir de lo que tú has comentado). En todo caso, los parecidos se refieren simplemente a la forma (largo monólogo femenino).

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  4. El otro escritor inexistente en ULAD es este:

    http://unlibroaldia.blogspot.com/2010/07/j-t-leroy-el-corazon-es-mentiroso.html

    Y qué genial lo de este Gary. Por casa anda un libro de Emile Ajar que me da mucha pereza leer, pero después de saber esto, ¡me pondré en cuanto pueda!

    Tiene gracia esto de inventarse escritores y darles una biografía y un estilo diferentes a los que el engendrador tiene. Qué se les pasará por la cabeza y por el corazón a los autores de estas pirotecnias locas y geniales...

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  5. El que conozco de Ajar es "La vida por delante" y merece la pena. Este invierno se ha hecho una versión teatral con Concha Velasco y puede que siga aún. Seguro que está fenomenal pero siempre recomendaría empezar por el libro.
    Los motivos de los dos escritores son muy distintos. Éste lo hizo porque estaba hasta las narices de los gurús de la época y su anárquica vara de medir. Y parece que tenía razón. No cometió ningún fraude que yo sepa y no se lucró más allá de la retribucíón por un trabajo bien hecho.
    No se parece en nada a ésta pero merece la pena igual.

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  6. El último párrafo me quedó fuera de contexto: me refería a "La vida por delante", claro, el de Leroy todavía no lo he leído aunque lo buscaré y le echaré una ojeada a ver que tal.

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