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lunes, 16 de agosto de 2010

Charles Baudelaire: Las flores del mal

Idioma original: francés
Título orginal: Les fleurs du mal
Fecha de publicación: 1857
Valoración: Imprescindible
Estimado Maestro Baudelaire, ¿cómo evocarle a usted, desde
mi humilde persona? Me siento indigno de semejante tarea, y mucho más, si he de verme en la obligación de utilizar para ello la tosca herramienta que es la pluma cibernética. En fin, haremos lo que podamos, porque la misión es loable, en verdad: dar a conocer su Biblia Maligna a los que áun no la veneran.
Les fleurs du mal , que cayó en mis garras al final de mi adolescencia, es un libro que ha marcado como pocos lo que soy ahora, la clase de persona que soy ahora (con permiso del entrañable Rambe de Una temporada en el infierno). Nunca hasta entonces me había visto agitado, vapuleado, abrazado, mimado y herido a la vez. Y ello fue gracias a su tremenmundo espejismo de belleza, horror, amor y tinieblas. Sus poemas, maestro, me dejaron tocado para siempre: al catarlos, nació en mí la incontenible necesidad de rendir pleitesía al "malditismo", religión de la que usted es el Dios y Arthur el profeta.
Cuentan que la primera edición de sus malévolas flores data de 1857, y que fue tan violenta
la bofetada que propinaron sus versos en la hipócrita jeta de la Moral Pública, que le obligaron a
quitar algunos poemas en la segunda, en 1861, aunque ésta incluyera otros nuevos. La definitiva edición sería la de 1868, de nuevo con censuras, pero con más novedades para horror de sus petimetres enemigos.
La obra la dividió en cinco partes, siendo, en mi opinión, la más divina por su pulcritud formal y su exactitud esencial, la titulada "Spleen e ideal". Oh, spleen, ¡bendigo al hombre que inventó este término! Gracias a él pude poner nombre -un nombre oficial, compartido por otros millones de seres humanos-, a lo que yo llamaba desde joven "sed nocturna", es decir: la repulsiva sensación de hastío que provoca el transcurrir monótono e insatisfactorio de los días.
De los poemas gloriosos que reúne el libro, no podría quedarme sólo con uno, pero sí le diré que me agradan especialmente La Musa enferma, La metamorfosis del vampiro, Elevación, El reloj o Remordimiento póstumo.
Y bueno, maestro, le confieso que me gustaría mencionar ahora datos jugosos de lo que fue su vida; de los que fueron sus seres queridos, admirados y odiados; de sus males y de sus amores; de sus influencias literarias y de a quién influyó usted, pero para eso, querido amigo, tenemos en estos tiempos que corren miles de fuentes de información de las que podemos echar mano fácilmente.
Esta banal reseña, le repito, tiene un propósito noble: que nuevos lectores caigan en el hechizo de sus flores diabólicas y logremos engrosar así la afluencia en nuestras iglesias malditas.
Mal o bien, terminaré aquí mi misión.
Buenas noches, maestro: se despide de usted su humilde siervo.
I.G

5 comentarios:

  1. Y además, según Karmelo Iribarren, condición sine quo non leerle para, al menos, ser un maldito digno...

    DE RISA, CARO Y PELIGROSO:

    Ir de maldito
    por la vida
    a estas alturas
    además de ser muy poco estético
    puede salirte por un ojo
    de la cara
    cuando no de otro sitio.
    Sólo escuchar
    los precios del mercado
    —y no exclusivamente negro—
    es para alucinar: quince trompos
    por un jodido gramo
    más cortado
    que el coño de Mae West.
    Aunque también
    puedes ponerte ciego
    de vino peleón,
    en cuyo caso
    te irás tiñendo de un verde
    amarillento
    y acabarás soplando una flauta de juguete
    en cualquier boca de metro.
    Y todo esto,
    por supuesto,
    sin perpetrar un maldito
    poema
    ni haber leído
    al borrachín
    de Baudelaire.

    .

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  2. Yo, la verdad, pienso que ese libro es una porquería. No veo ni el escándalo ni la belleza ni nada de esas vainas. Leí «El soleen de París» y me gustó, debe ser por aquello del verso y mi odio al soneto. Pero en resumidas cuentas me parece un muy mal libro.

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  3. Tenia 12 años y recuerdo...

    Cuando Natura en su inspiración pujante
    Concebía cada día hijos monstruosos,
    Me hubiera placido vivir cerca de una joven giganta,
    Como a los pies de una reina un gato voluptuoso.

    Me hubiera agradado ver su cuerpo florecer con su alma
    Y crecer libremente en sus terribles juegos;
    Adivinar si su corazón cobija una sombría llama
    En las húmedas brumas que flotan en sus ojos;

    Recorrer a mi gusto sus magníficas formas;
    Arrastrarme en la pendiente de sus rodillas enormes,
    Y a veces, en estío, cuando los soles malsanos,

    Laxa, la hacen tenderse a través de la campiña,
    Dormir despreocupadamente a la sombra de sus senos,
    Como una plácida aldea al pie de una montaña.

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  4. Tenia 12 años y recuerdo...

    Cuando Natura en su inspiración pujante
    Concebía cada día hijos monstruosos,
    Me hubiera placido vivir cerca de una joven giganta,
    Como a los pies de una reina un gato voluptuoso.

    Me hubiera agradado ver su cuerpo florecer con su alma
    Y crecer libremente en sus terribles juegos;
    Adivinar si su corazón cobija una sombría llama
    En las húmedas brumas que flotan en sus ojos;

    Recorrer a mi gusto sus magníficas formas;
    Arrastrarme en la pendiente de sus rodillas enormes,
    Y a veces, en estío, cuando los soles malsanos,

    Laxa, la hacen tenderse a través de la campiña,
    Dormir despreocupadamente a la sombra de sus senos,
    Como una plácida aldea al pie de una montaña.

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