Año de publicación: 2024
Valoración: Muy recomendable
El nombre de María Sánchez ya debe ser familiar para cualquier persona que esté atenta a lo que pasa en las letras españolas, y eso pese a tener una producción (al menos en lo que se refiere a libros publicados) relativamente breve: un primer poemario que llamó la atención de la crítica, Cuaderno de campo; un ensayo igualmente bien recibido y comentado, Tierra de mujeres, en que recuperaba la voz y la historia de su familia con perspctiva de género; Almáciga, que como su nombre indica es Un vivero de palabras de nuestro medio rural, y más recientemente, su segundo poemario, Fuego la sed, que comento aquí; además de eso, naturalmente, ha aparecido en antologías, colabora en diferentes medios escritos y radiofónicos... y además de ello, es veterinaria de campo, su ocupación principal.
De hecho, esta ocupación profesional es inseparable de su producción literaria, atravesada por la proximidad de la vida en el campo, del contacto con la naturaleza, con sus ciclos, sus riquezas y sus dificultades, y también con las desigualdades, invisibilizaciones y abandonos que se manifiestan en y hacia el mundo rural, en España como en otros lugares.
En este sentido, Fuego la sed es una continuidad de una línea coherente de reflexión y creación, aunque atravesada, en este caso, por un contexto y un problema muy específico: las alteraciones climáticas, que se manifiestan, en nuestro entorno, a través de fenómenos meteorológicos extremos, y también a través de una progresiva desertificación de la Península. Estos son (entre otros significados posibles, naturalmente), el fuego y la sed nombrados en el título del libro.
Fuego la sed está escrito con una voz poética que huye rigurosamente del yo autobiográfico (o autopoético, si se quiere), algo que lo aleja, en cierto modo, de las obras anteriores de su autora, mucho más encarnadas en su historia personal y familiar. Tenemos así una voz colectiva y profética, que como Casandra anuncia el desastre que vendrá (y que ya nos rodea), pero que como Casandra teme que los augurios no sean escuchados y atendidos:
a cada instantealguien tocasuavemente a la puertadel universo¿prestaréis ahoraatención?
Ahora que tan de moda está la ficción postapocalíptica, casi podríamos denominar esta obra como poesía preapocalóptica: volviendo la vista (y el oído y el tacto), la voz poética observa los ríos secos, los árboles antiguos, los pájaros sedientos, y se pregunta: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? Y también: ¿qué vamos a hacer ahora? Puede decirse, así, que es un libro que dispara en dos direcciones: primero, hacia el futuro, un futuro de huesos y fantasmas, de fuego y sed, pero también de una tímida esperanza ("Esta historia también es futuro / en el lecho de los ríos / hallaréis el sortilegio"). Y al mismo tiempo, hacia el pasado, un tiempo antiguo, no necesariamente un momento histórico, sino más bien un modo diferente de vivir la relación entre el ser humano y el planeta:
aquel al que llamabais salvajeofrecía disculpas a los seresque tomaba prestados
Frente a este "buen salvaje", se presenta el hambre insaciable y poderoso, "aquel que nombra", indiaando un deseo de posesión y subyugación a través del lenguaje, de la dominación, de la explotación del mundo.
QUISISTEIS CAMBIAR EL ROSTRO DE UN PAISAJEa la fuerzafiebre nueva el deseoel deseo de nombrarloabsolutamente todo
Entre ambos extremos (el pasado antiguo, el presente/futuro de desesperanza), la naturaleza -los árboles, los ríos, las piedras- que aunque sufre sigue comunicando y comunicándose, ligando generaciones y culturas, frágil pero poderosa, capaz, a pesar de todo, de existirse y sobrevivir, sobrevivirnos.
las aves más pequeñasse transformancada vezmás deprisa más deprisaen un mundoque se calienta
Al comienzo de esta semana de la poesía comentaba un libro con un lenguaje muy diferente: transparente, luminoso, tierno. Es evidente que la poética de Fuego la sed es otra, mucho más seca y árida, como impone su tema, comenzando por esa disolución del yo en un "nosotros" (y ocasionalmente, de forma explícita, "nosotras"). Pero es también innegable el mérito de un poemario que consigue encarnar en palabras e imágenes poderosas, recurrentes y reconocibles una tragedia que, para la mayoría de nosotros, constituye una realidad abstracta difícilmente asumible en un plano más concreto: la terrible tragedia de la destrucción de la naturaleza y del planeta a manos de la ambición humana.

Sin duda muy - muy - recomendable.
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