Título original: Laura
Año de publicación: 1943
Valoración: Está bien
De Vera Caspary no sabía absolutamente
nada. Llegué a ella consultando un libro que aún no he leído completo, pero, me
consta, contiene datos relevantes y cuya mera existencia ya es una buena
noticia. Se trata de El séptimo círculo
del infierno –subtitulado Escritores
malditos, escritoras olvidadas –en el que Santiago Posteguillo, en la misma
línea que este blog (mejor dicho, nosotros en la misma línea que su ensayo),
reprocha a los poderes de diverso pelaje de cualquier lugar y época la
persecución de determinados escritores a los que acaba relegando al infierno de
la guerra, la cárcel, la censura, quizá el exilio, añadiría yo, y, por supuesto
la violencia de género, para preguntarse después “cómo es posible que incluso en esos infiernos se escriba tanto y tan
bien”. No olvida añadir que la discriminación de las escritoras es doble ya
que a su activismo, rebeldía o lo que sea se añade su condición de mujeres.
Posteguillo sitúa a esta autora de novela
negra en la cúspide del séptimo círculo, se
lamenta de la persecución que destruyó su carrera, recuerda que autores como
Borges y Bioy Casares reivindicaron seis títulos de su obra nada menos y que
dos de sus novelas fueron llevadas al cine. Y en este punto me pregunto
(retóricamente, claro) cuál será la causa de que se recuerde perfectamente el
nombre de novelistas varones trasladados también a la pantalla por entonces, como
Raymond Chandler, James M. Cain o Dashiell Hammett, y esta escritora haya quedado
completamente eclipsada por el prestigio de Otto Preminger (Laura), pero también de Mankiewick, Stanley
Donen, Fritz Lang y Cukor.
Entre 1922 y 1979 Caspary publicó hasta veintitrés
títulos. En esta novela de 1943 adopta con toda naturalidad las convenciones
del género que marcaban sus compañeros de generación, aunque manifestando sus sentimientos
feministas. Elegantes, cínicos, mundanos, sarcásticos y escépticos los
personajes van mostrando sus debilidades, sus alianzas y hasta sus cartas
ocultas. En ese mundo de frivolidad y codicia, todos tratan de triunfar social
y económicamente, pero hay una diferencia, mientras ellos compiten entre sí por
adaptarse al modelo de virilidad exigido, ellas solo tratan de salir a flote. Saben
que serán engullidas por él a no ser que, con un poco de suerte y talento, se
conviertan en trofeo de triunfadores. Aunque en un principio parece que no, que
la protagonista es una ganadora absoluta, que ha sabido abrirse paso en el
mundo de la publicidad por sus propios medios, posee una economía saneada y se
mueve con soltura en la sociedad neoyorquina a pesar de su procedencia rural. Pero
ella intuye que necesita un protector, alguien que dé la cara por ella, y trata
de enamorarse a toda costa.: “La mujer
educada, no menos que la pobre trabajadora de una fábrica, está atada por los
grilletes del romance.” Como vemos, una clara actitud feminista, que se repetirá
más adelante camuflada entre los clichés del hiper-masculino género negro.
Este personaje, al que Caspary mata ya
desde el comienzo –cuyo retrato preside su elegante vivienda, que seleccionaba
sus lecturas, tenía un pigmalión por
amigo y una criada incondicional, vestía bien, asistía a estrenos y frecuentaba
los buenos restaurantes– iba a casarse precisamente el día que falleció.
Alguien que llamó a su puerta le disparó un tiro a bocajarro.
¿Por qué una mujer que se ha hecho a sí
misma se enamora una y otra vez de un patán con buena facha? Esto se pregunta Waldo
Lydecker, escritor, viejo amigo y enamorado sin esperanza, pero él no es mucho
mejor, utilizando armas intelectuales también manipula e intenta seducir a Laura.
En los primeros capítulos conocemos su versión que, por cierto, presagia una
trama trillada y predecible. Pero a partir de ahí, se produce una vuelta de
tuerca, tanto argumental como narrativa, ya que cada una de sus partes está a
cargo de un narrador distinto. Estos cambios de óptica, junto a los diálogos,
conducen a un duelo de personalidades que va desvelando pistas, a menudo
falsas, donde tiene lugar un fino análisis psicológico que el lector tiene que
ir desentrañando. Caspary no lo pone fácil pero los candidatos tampoco son
tantos y todos hemos leído lo nuestro: si no queremos adivinar el desenlace,
mejor no darle muchas vueltas. Desde luego, la autora no tiene la culpa de que,
a estas alturas, un relato así nos parezca archiconocido. Pero hay algo que, en
mi opinión, es difícil de creer, no viene a cuento y desmerece dentro del conjunto:
la introducción del detective en el triángulo amoroso, que a partir de entonces
–según como se mire– se convierte en cuadrilátero.
Me interesó siempre Vera Caspary, precisamente por su invisibilidad. Gracias por la reseña. Creo que es una reedición de Alianza de parte de la famosa colección de Borges y Bioy llamada "El séptimo Círculo", inicialmente editada en Argentina por Emecé. ¿Es así? Un saludo
ResponderEliminarPues me da la impresión de que me he explicado fatal. Hablo de dos libros diferentes; el primero solo lo menciono porque es la fuente que me ha informado de la existencia de esta escritora. Se titula El séptimo círculo del infierno, su autor es Santiago Posteguillo y lo ha editado Planeta en septiembre de este año.
ResponderEliminarLa novela de Vera Caspary está reeditada por Alianza en junio del año pasado, tengo el libro en edición de bolsillo y veo que no lo incluyen en ninguna colección de la editorial.
Saludos
Lo entendí bien, pero lo pregunté mal. Este libro fue traducido por primera vez en la colección que menciono, en Argentina, que casualmente se llama igual que el libro de Posteguillo. Es una simple casualidad, como digo. Fue editado en España por Alianza, como muchos de los libros de Emecé y sólo quería saber detalles de la edición que habías leído, gracias.
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