Título original: Go set a watchman
Año de publicación: 2015
Valoración: recomendable
Ya sabéis que en ULAD a veces nos da por dedicar una serie de días a algún tema en concreto. Después de darnos cuenta de que faltaban en el blog algunos escritores (y escritoras) de renombre, decidimos dedicar una serie a aquellos autores y autoras que, por un motivo u otro, no están reseñados. Para corregirlo, hemos decidido iniciar la serie de «Nuestros autores olvidados».
En esta serie, que empieza con la presente reseña, no podía faltar Harper Lee, uno de esos casos atípicos dentro del mundo literario, pues hasta hace muy poco sólo se le conocía una publicación, ¡y qué publicación! Sí, estamos hablando de la autora de «Matar a un ruiseñor», escrita en 1960 y ganadora del premio Pulitzer al año siguiente. Al estilo de J.D. Salinger, no era muy aficionada a conceder entrevistas; tampoco se le conocía ninguna otra publicación, hasta que en 2015 se editó la obra que nos ocupa, escrita justo antes de la antes mencionada y estrechamente ligada a ella ya que contiene los mismos personajes y narra episodios que aparecen en el anterior libro. Pero mejor centrémonos y pongamos las cosas en contexto.
El libro empieza con su personaje protagonista, Jean Louise, volviendo de visita a su antigua casa, en el condado de Maycomb, después de largo tiempo viviendo en Nueva York. Allí se reencuentra con su padre, Atticus Finch, ya mayor, y con Hank, quien hace tiempo que siente atracción por ella y desea pedirle matrimonio. Así, la vuelta al pueblo en la que pasó su infancia nos devuelve escenas de la Jean Louise, o Scout, que ya conocimos a esas tempranas edades en «Matar a un Ruiseñor». Pero su vuelta al pueblo, una vez alcanzada la edad adulta, le devuelve una imagen diferente a la que ella recordaba, no únicamente en cuanto al entorno sino especialmente en la sociedad y en su propia familia. Las cosas en cambiado en Maycomb y el carácter difícil y combativo de Jean Louise, después de vivir en la gran ciudad unos años, choca con una sociedad que ha avanzado a otro ritmo; la visión idílica que albergaba de la sociedad de Maycomb contrasta con la realidad, y la obliga a tomar consciencia de una desoladora ausencia de derechos civiles y desigualdades para la comunidad negra. A medida que van pasando los días, va viendo la realidad social de un pueblo que ha cambiado desde que se fue y donde afloran cada vez más los conflictos raciales.
A pesar de una premisa potente y atrevida en los tiempos en la que la obra fue escrita, el resultado es un libro algo irregular; mientras que las épocas de juventud de Jean Louise no tienen excesivo interés ni aportan demasiado a la historia, la narración en el tiempo presente es potente, profunda, con una dirección clara y evidentes elementos de denuncia. Así, las cien primeras páginas son algo monótonas y sin demasiado interés, pero superado el tercio de libro y especialmente en los capítulos finales, se despliega la potencia de la narración y toda la carga histórica y social que la autora exhibe con gran virtuosismo de reflexiones, ritmo narrativo e interés para el lector. La imagen que deja es la de una sociedad dividida, temerosa a los cambios que se avecinan y aunque existe una justificada critica por cómo se posiciona ante los hechos, sí sirve para poner de manifiesto las dudas existentes en una sociedad que, con el paso del tiempo, acabaría venciendo las desigualdades de la época.
Así, la historia que nos narra la autora sirve para explicar la situación social en EE. UU. de mediados del siglo XX y ver cómo una sociedad que evolucionó a costa de utilizar a los negros teme haber perdido el control sobre ellos. Estamos a mitad de siglo XX, son tiempos de segregación racial, tiempos donde la comunidad negra va ganando terreno en la lucha sobre sus derechos; son los tiempos de Rosa Parks, de Martin Luther King, de reivindicaciones sociales que finalmente los llevarían a la consecución de la ley de los derechos civiles de 1964 y la ley de derecho al voto al año siguiente. La sociedad que nos muestra la autora es la que finalmente conseguirá que los derechos de la comunidad negra se acerquen definitivamente a los de los blancos.
Este libro, que probablemente incluye detalles basados en la propia vida de la escritora (Finch era el nombre de soltera de su madre) fue encontrado hace pocos años y fue realmente la primera novela de su corta trayectoria literaria; es una lástima que el libro haya estado tanto tiempo perdido y no se haya editado hasta ahora ya que, probablemente, de haberlo hecho en esa época el impacto hubiera sigo aún mayor al ya causado. Estrechamente relacionado con «Matar a un ruiseñor», es interesante leerlos en el sentido inverso al que fueron escritos, es decir, leer primero «Matar a un ruiseñor» y luego éste, ya que de esta manera vemos la evolución del personaje de Atticus y de la sociedad como la ve la propia Jean Louise. El personaje de Atticus, antaño justo y ecuánime, evoluciona de igual forma a la que lo hizo la sociedad, y su evolución es clara si se leen los libros en el orden inverso en el que estuvieron escritos. Este cambio despertó bastante polèmica cuando se publicó el libro, aunque es algo infundado bajo mi punto de vista si tenemos en cuenta donde la auotora pone el foco de la narración.
Las casualidades del azar no únicamente han permitido leer los libros en el orden adecuado, según mi punto de vista, sino también han permitido recuperar una lectura olvidada. Ambas lecturas son perfectamente complementarias y, es más, podrían formar parte de un único libro que, en mi opinión, hubiera mejorado aún más la calidad e impacto de cada uno de ellos por separado, pues permitiría contemplar la historia de forma más amplia y más regular. En cualquier caso, se agradece la recuperación de ambas obras por su calidad literaria y por lo que exponen; especialmente en estos tiempos de cambios, de revoluciones, de exámenes de consciencia acerca de la sociedad que tenemos y que entre todos definimos, todas las reflexiones son bienvenidas si sirven para construir, a partir de ellas, un mundo mejor y más libre.
En esta serie, que empieza con la presente reseña, no podía faltar Harper Lee, uno de esos casos atípicos dentro del mundo literario, pues hasta hace muy poco sólo se le conocía una publicación, ¡y qué publicación! Sí, estamos hablando de la autora de «Matar a un ruiseñor», escrita en 1960 y ganadora del premio Pulitzer al año siguiente. Al estilo de J.D. Salinger, no era muy aficionada a conceder entrevistas; tampoco se le conocía ninguna otra publicación, hasta que en 2015 se editó la obra que nos ocupa, escrita justo antes de la antes mencionada y estrechamente ligada a ella ya que contiene los mismos personajes y narra episodios que aparecen en el anterior libro. Pero mejor centrémonos y pongamos las cosas en contexto.
El libro empieza con su personaje protagonista, Jean Louise, volviendo de visita a su antigua casa, en el condado de Maycomb, después de largo tiempo viviendo en Nueva York. Allí se reencuentra con su padre, Atticus Finch, ya mayor, y con Hank, quien hace tiempo que siente atracción por ella y desea pedirle matrimonio. Así, la vuelta al pueblo en la que pasó su infancia nos devuelve escenas de la Jean Louise, o Scout, que ya conocimos a esas tempranas edades en «Matar a un Ruiseñor». Pero su vuelta al pueblo, una vez alcanzada la edad adulta, le devuelve una imagen diferente a la que ella recordaba, no únicamente en cuanto al entorno sino especialmente en la sociedad y en su propia familia. Las cosas en cambiado en Maycomb y el carácter difícil y combativo de Jean Louise, después de vivir en la gran ciudad unos años, choca con una sociedad que ha avanzado a otro ritmo; la visión idílica que albergaba de la sociedad de Maycomb contrasta con la realidad, y la obliga a tomar consciencia de una desoladora ausencia de derechos civiles y desigualdades para la comunidad negra. A medida que van pasando los días, va viendo la realidad social de un pueblo que ha cambiado desde que se fue y donde afloran cada vez más los conflictos raciales.
A pesar de una premisa potente y atrevida en los tiempos en la que la obra fue escrita, el resultado es un libro algo irregular; mientras que las épocas de juventud de Jean Louise no tienen excesivo interés ni aportan demasiado a la historia, la narración en el tiempo presente es potente, profunda, con una dirección clara y evidentes elementos de denuncia. Así, las cien primeras páginas son algo monótonas y sin demasiado interés, pero superado el tercio de libro y especialmente en los capítulos finales, se despliega la potencia de la narración y toda la carga histórica y social que la autora exhibe con gran virtuosismo de reflexiones, ritmo narrativo e interés para el lector. La imagen que deja es la de una sociedad dividida, temerosa a los cambios que se avecinan y aunque existe una justificada critica por cómo se posiciona ante los hechos, sí sirve para poner de manifiesto las dudas existentes en una sociedad que, con el paso del tiempo, acabaría venciendo las desigualdades de la época.
Así, la historia que nos narra la autora sirve para explicar la situación social en EE. UU. de mediados del siglo XX y ver cómo una sociedad que evolucionó a costa de utilizar a los negros teme haber perdido el control sobre ellos. Estamos a mitad de siglo XX, son tiempos de segregación racial, tiempos donde la comunidad negra va ganando terreno en la lucha sobre sus derechos; son los tiempos de Rosa Parks, de Martin Luther King, de reivindicaciones sociales que finalmente los llevarían a la consecución de la ley de los derechos civiles de 1964 y la ley de derecho al voto al año siguiente. La sociedad que nos muestra la autora es la que finalmente conseguirá que los derechos de la comunidad negra se acerquen definitivamente a los de los blancos.
Este libro, que probablemente incluye detalles basados en la propia vida de la escritora (Finch era el nombre de soltera de su madre) fue encontrado hace pocos años y fue realmente la primera novela de su corta trayectoria literaria; es una lástima que el libro haya estado tanto tiempo perdido y no se haya editado hasta ahora ya que, probablemente, de haberlo hecho en esa época el impacto hubiera sigo aún mayor al ya causado. Estrechamente relacionado con «Matar a un ruiseñor», es interesante leerlos en el sentido inverso al que fueron escritos, es decir, leer primero «Matar a un ruiseñor» y luego éste, ya que de esta manera vemos la evolución del personaje de Atticus y de la sociedad como la ve la propia Jean Louise. El personaje de Atticus, antaño justo y ecuánime, evoluciona de igual forma a la que lo hizo la sociedad, y su evolución es clara si se leen los libros en el orden inverso en el que estuvieron escritos. Este cambio despertó bastante polèmica cuando se publicó el libro, aunque es algo infundado bajo mi punto de vista si tenemos en cuenta donde la auotora pone el foco de la narración.
Las casualidades del azar no únicamente han permitido leer los libros en el orden adecuado, según mi punto de vista, sino también han permitido recuperar una lectura olvidada. Ambas lecturas son perfectamente complementarias y, es más, podrían formar parte de un único libro que, en mi opinión, hubiera mejorado aún más la calidad e impacto de cada uno de ellos por separado, pues permitiría contemplar la historia de forma más amplia y más regular. En cualquier caso, se agradece la recuperación de ambas obras por su calidad literaria y por lo que exponen; especialmente en estos tiempos de cambios, de revoluciones, de exámenes de consciencia acerca de la sociedad que tenemos y que entre todos definimos, todas las reflexiones son bienvenidas si sirven para construir, a partir de ellas, un mundo mejor y más libre.
También de Harper Lee en ULAD: Matar un ruiseñor
Gracias por la reseña y por recordarme a esta autora, Marc; nunca le leí y agradezco me ayudes a corregirlo.
ResponderEliminarSe me ocurre mencionar, también muy importante para entender la yanquilandia del siglo XX, "El hombre invisible" de Ralph Ellison, a quien creo tampoco habéis reseñado.
Y, con permiso, voy a dejar algunos otros nombres que creo aún no están en el blog y lo merecen. Por favor, no lo toméis a mal.
Incomprensiblemente, Juan Carlos Onetti.
La también uruguaya, gran menospreciada del boom latino, Cristina Peri Rossi. El colombiano Manuel Mejía Vallejo, El brasilero Guimeraes Rosa, el paraguayo Roa Bastos y el cubano Reynaldo González.
El original Alberto Laiseca y el extraordinarisisi-sisimo Oliverio Girondo.
Los franceses Julien Gracq y Louis-René des Forêts. Los futuros Nobeles Peter Nadas y Laszlo Krasznahorkai...
Hasta ahí llego yo. Seguro que vosotros tenéis listas aún mayores.
Muy buena serie.
Un saludo.
Muchas gracias, Interlunio, por tus palabras y, más aún, por tus recomendaciones. Ciertamente, por mucho que leemos, siempre nos quedan autores en el tintero (y nunca mejor dicho) y esta serie es una manera de corregir alguno de esos casos. Nos dejaremos muchos, qué duda cabe, pero recomendaciones como las tuyas son muy útiles para descubrir, o recordar, autores que no deberíamos pasar por alto. ¡Tomo nota!
ResponderEliminarGracias de nuevo.
Saludos
Marc
Lo peor de todo esto es que haremos una serie de "Autores Olvidados" y tendremos que hacer una reedición en 2018! De hecho, la lista que propone Interlunio me ha hundido en la miseria!
ResponderEliminarjeje. Hace tiempo que, en parte por vuestra culpa, mis listas de pendientes no bajan. Tomadlo como una venganza. ;)
ResponderEliminarJajaja. Nos consideramos corresponsables (ahí el lector también pone de su parte), y cabe decir que, en este caso, ya nos gusta serlo.
ResponderEliminar;-)
Saludos
Marc
Una gran idea, ULAD. Espero con intriga cada entrega de está semana. Interlunio, gracias por tus consejos de autores. De verdad, por cierto, que la poesía de Oliverio Girondo es de transportarme a uno a un nivel superior, de emoción, de elegancia, de riqueza léxica, un portento. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Lupita, por tus comentarios y por hacerlo de forma habitual.
ResponderEliminarSaludos
Marc
Yo agregó un autor olvidado de Argentina: Abelardo Castillo, autor entre otras obras de las novelas "El que tiene sed", "Crónica de un iniciado" y cuentos memorables como "El marica", "La madre de Ernesto", "Conejo" y "Fermin"
ResponderEliminarSaludos
Muchas gracias, Diego Ariel. ¡Apuntados quedan! Nos va a quedar una lista de recomendaciones muy interesante.
ResponderEliminarSudos
Marc