Idioma original: japonés
Título original: Natsukashii toshi e no tegami
Año de publicación: 1997
Valoración: Imprescindible
Título original: Natsukashii toshi e no tegami
Año de publicación: 1997
Valoración: Imprescindible
Cartas a los años de nostalgia es una historia de iniciación, la crónica de una amistad, el repaso, con todo el lirismo del que es capaz que es mucho, a los recuerdos juveniles más queridos de un narrador excepcional que, novela a novela, nos ha ido contando gran parte de su vida.
Poco a poco, a base de hechos menudos, Oé va desvelando algunos aspectos de su infancia y adolescencia, los descubrimientos trascendentes de entonces, la familia, los primeros amoríos, el terruño omnipresente, pero sobre todo la admiración por el amigo y mentor, el pozo de saberes que descubre a su lado, sus deseos de emularle primero y, más tarde, de distanciarse de esa influencia para descubrirse a sí mismo, señal de que, verdaderamente, comienza a madurar. Algunos incidentes posteriores y el telón del fondo social de la época acaban de completar el cuadro.
Y la sensibilidad y esa sonrisa condescendiente hacia el tonto que fue (como cualquiera) cuando era casi un niño y el paisaje y esa melodía que lo impregna todo, aunque no sepamos muy bien en qué consiste. A veces, en un afán de hacer explícito lo obvio, pasa de la sutileza a cierta crueldad o se enfrenta a los hechos de un modo algo brusco. Pero esto concuerda con la edad del narrador, porque el Kenzaburo que habla no es el novelista experimentado que está escribiendo sino el muchacho que vive en esas páginas.
La valentía de Oé es conocida. En su obra encontramos reflexiones muy íntimas que pocos se atreven a exponer – y lo hace sencillamente, mostrándonos lo que piensa y siente sin adornos – y que emocionan porque sabemos que son realmente suyas, que no se molesta en emplear eufemismos ni en disfrazarse con la identidad de ningún personaje ya que nos conciernen e involucran a todos o pueden hacerlo en un futuro. Y esto porque el autor se sabe ante todo un hombre más, con lo bueno y lo malo que esto supone.
No hay que buscar grandes aventuras, lo que se nos ofrece es, nada menos, la apasionante vida real. Al cabo de unas páginas somos nosotros los que subimos y bajamos la cuesta, los que sentimos el peso que carga el personaje porque nos hemos convertido en su sombra. Luego, cuando cerramos el libro, nos damos cuenta de que hemos recibido íntegra toda la nostalgia de esos años y nos gustaría poder olvidarlo para leerlo de nuevo por primera vez.
También de Kenzaburo Oé en UnLibroAlDía: Una cuestión personal, Arrancad las semillas, fusilad a los niños, La presa
Joé, qué reseña tan bonita. Pausada y melancólica. Felicidades.
ResponderEliminarNo he leído nada de Oé. Éste puede ser un buen libro para empezar, pues...
Gracias. Apuesto a que te va a gustar, merece la pena.
ResponderEliminarCuriosamente, en este bendito país, nadieparece darse cuenta de que es una traducción...
ResponderEliminar¿A qué te refieres, MWanden? No termino de ver por dónde va tu comentario...
ResponderEliminarAcabo de terminar este maravilloso libro y no me queda más que decir gracias, gracias por reseñarlo, gracias por este blog, y a vuestras reseñas que por ellas he descubierto marqvillas de la literatura.
ResponderEliminarGracias a ti por ser un seguidor tan estupendo. Me encanta que te gusten las reseñas y, sobre todo, que te sirvan.
ResponderEliminarSanti_ Quiero decir, como traductor de Oe, que es raro que alguien comente la traducción. Somos invisibles.
ResponderEliminarEntiendo tu frustración, y aunque no te falte razón, me parece que este blog no es el sitio adecuado para reivindicar la figura del traductor: las reseñas que hacen estos chicos son literarias, y la traducción en sí misma queda fuera de lo puramente literario. Además, para reseñar traducciones habría que tener un conocimiento de la lengua y el material de origen que no es necesario para hablar de literatura.
EliminarEn todo caso, creo que la figura del traductor y la importancia de la calidad de las traducciones están adquiriendo visibilidad en estos tiempos en que cualquiera que hable medianamente un idioma extranjero publica sus pseudotraducciones, como queda patente cuando uno lee un periódico cualquiera, por ejemplo. Larga vida al buen traductor!