Idioma original: italiano
Título original: I beati anni del castigo
Fecha de publicación: 2009
Valoración: Se deja leer
Pues no le he pillado el punto a la señorita Jaeggy (extraña dama que pese a haber nacido en Zurich y a haber sido educada en alemán, escribe en italiano), no-no-no...Y eso que gusta mucho: ha recibido varios de esos premios (de nombres impronunciables y eternos) super importantes, Susan Sontang hablaba maravillas de ella...En fin, quizás no la sé apreciar como se merece.
Dicen que su prosa es fría y cortante, y doy fe de ello: tan fría y cortante es que a mí me sabe a pobre, qué quieren que les diga...Sin sabor, sin olor, sin calor, sin emoción...
Sinceramente, creo que a los adjetivos "fría" y "cortante", o "contundente" y "seca", y otros que se suelen utilizar para describir su estilo, hay que añadir uno menos agradable: "frugal". Porque me leí Los hermosos años del castigo en un plis plas y me quedé como si nada; más vulnerable al frío invernal que amenaza mi cuarto de lectura de paredes amarillo pálido, si lo pienso...
Esta novela de poca extensión es de corte autobiográfico y narra la vida (aunque más que vida, digamos flashes de la vida) de una chica de quince años en un caro internado suizo lleno de crías de buena familia dispuestas a recibir una educación exquisita. La prota (Fleur Jaeggy, digo yo), una de estas jovencitas cuya familia reside en los Brasiles, siente toda una revolución interior (o eso parece, porque hay tan poco ímpetu que somos los bondadosos lectores los que hacemos el favor a la escritora e intuimos dicha revolución interior) cuando por esos lares aparece una bella alumna de rasgos afilados y aparentemente perfecta (por perfecta entendamos "replicante rubia") de la que se hace amiga y se enamora (eso sí que se dice bien dicho, ¿eh? La escritora se molesta en escribir y conjugar el verbo "enamorarse").
Y poca chicha tiene la trama...
Lo que nos queda claro es que las alumnas de ese internado son todas muy correctas y frías, y que sólo por la noche, en la soledad de sus cuartos pueden hablar (pero poquito, ¿eh?, muy poquito) de sus cosas a sus compañeras de celda.
La única nota de humanidad en este territorio tan árido que me ha quitado las ganas de leer más de esta admirada por la Sontang la ponen dos estudiantes más normalitas: una joven negra hija de un presidente africano marginada a causa de su alta posición social (los directores del internado ponen demasiado celo en protegerla) y una belga bella y feliz que promete para el futuro a sus robóticas compis bailes de ensueño y cortejos por parte de su apuesto padre.
Y ya está: que no me ha parecido nada del otro mundo, vaya, aunque este trocito lo he apuntado en uno de mis cuadernos de "Todo a un euro":
"Yo tenía la certidumbre de que no volvería a verla, y esto también gracias a nuestra educación: renunciar a las cosas bellas y temer las buenas noticias".
Es verdad: renunciamos a las cosas bellas, y lo otro también...Qué tontos somos, oh...
¿Sabéis qué? Yo creo que preferiría que catalogaran un libro mío como "repugnante" antes que como "se deja leer". Ese ni fu ni fa es equivalente a la casi total indiferencia, pero el "repugnante" al menos ha levantado algún tipo de pasión (aunque probablemente no fuera la deseada)...
ResponderEliminarEn fin. Siento infiltrarme en tu reseña de este modo, Ian ;).
La verdad es que no da muchas ganas de leer el libro, no...
ResponderEliminarY estoy de acuerdo con Paula, antes ser odiado que indiferente.
Pues es verdad, señoritas.
ResponderEliminarEn el instituto tenía una amiga que decía que prefería aprobar un examen con un 5 que con un 6, que el 6 era tan mediocre y humillante...Algo así pasa con el "se deja leer", ¿no? Es como un 6 en este mundo (el mundo de nuestro blog).
¿Y no es en la Biblia donde se dice eso de que "Dios vomitará a los tibios"? Si lo aplicamos a los escritores mediocres...En fin, paro que se me va la cabeza una vez más...
Y ya van dos reseñas seguidas de internados deprimentes... ¿Acaso os parece esa una manera adecuada de festejar el espíritu navideño, eh?;)
ResponderEliminar¿"Dios vomitará a los tibios"? Sabía aquello de "Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos", pero esto no lo había oído nunca...
ResponderEliminarAnda que... ¡qué gente lleva mi carro!
Jajaja, yo tampoco lo conocía... ¡y me encanta! Tanto "y se compadeció de la muchedumbre" y luego mira, jejej..
ResponderEliminarPues sí, yo pensé más o menos lo mismo de los cuentos de Jaeggy que leí hace tiempo. Pero había oído hablar tan bien de ella que le eché la culpa a la diferencia de cultura (ella nórdica, yo mediterránea). No sé cual será la razón pero me dejó tan fría e indiferente como a ti, por tanto tampoco me importó mucho.
ResponderEliminarJaime, dos internados deprimentes y los dos de escritores suizos. Casualidades, ¡qué se le va a hacer!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarOtra casualitate:
ResponderEliminaren una de las primeras páginas del libro, la Jaeggy (jolín, me sale escribir Jagger, estos rollings...)deja bien claro que en las cercanías de su lúgubre internado vivió Walser sus últimos años de vida antes de quitársela...
Acabo de terminar de el libro y mi opinión coincide plenamente con la del autor del post. Una prosa exquisita, sí; una escritura depurada, sí; pero la sensación, después de rematar el librito, es la de haber perdido el tiempo. O, quién sabe, quizás la novelita esconda una clave que yo no he sido capaz captar.
ResponderEliminarEn todo caso, opino que en literatura hay que arriesgarse. Unas veces se acierta y otras te das de bruces con una Jaeggy.
Esta reseña me parece más acorde con mi experiencia de lectura.
ResponderEliminarhttp://www.devoradoradelibros.com/2017/04/los-hermosos-anos-del-castigo-fleur.html