Idioma original: francés
Título original: L'insurrection qui vient
Fecha de publicación: 2007
Valoración: muy recomendable
Nunca he sentido el menor deseo de verme como un "revolucionario", y dudo mucho de que lo sienta alguna vez. Un síntoma inequívoco son los escalofríos que me causa esa célebre frase de Marx, que luce impresa en letras doradas sobre las escaleras de la Humboldt Universität (en lo que fuera Berlín oriental), aquello de que "hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo; ahora se trata de cambiarlo". Cualquier podría decirme que esos escrúpulos no son sino miedo a la acción y justificación de mis privilegios de clase, y puede que no andara desencaminado.
Pues bien, si cuento todo esto aquí es para avisar de que mi predisposición a este libro era más bien negativa. Por si el título no es lo suficientemente explícito, la portada la ilustran dos gendarmes armados con porras que empujan a un detenido, y la contraportada nos aclara que varias personas han sido detenidas en Francia por el solo hecho de tener un ejemplar de este libro. Vamos, que al empezar su lectura yo esperaba poco menos que un manual de guerrilla urbana, y en parte lo es. Pero sólo en parte.
En La insurrección que viene he encontrado algunas de las páginas más lúcidas que he leído en mucho tiempo. Con lo que he dicho al principio, se puede suponer que no conozco los textos canónicos de los movimientos, digamos, "antisistema". Creo, de todas maneras, que este tiene un tono muy distinto de aquellos. O eso se deduce de la distancia que los propios autores ponen, por ejemplo, respecto de ATTAC (los de la Tasa Tobin). El libro destila hartazgo por los cuatro costados, un hartazgo insurgente. Da la impresión de que sus autores, que se esconden bajo el nombre del colectivo "Comité invisible", descreen de las muchas alternativas que la izquierda más o menos radical ha ido ofreciendo a la globalización del capitalismo. Su referencia recurrente es histórica: la Comuna de París; su intención, antes que nada, destructora. Sólo el párrafo final da una ligera idea de cómo se imaginan el mundo post-insurgencia, donde una socialidad en comunas y una economía de trueque desterrará las formas alienantes y represoras en que subsistimos.
Más que esa ensoñación utópica, me importa la increíble puntería de los diagnósticos que lanzan en los primeros capítulos del libro, antes de empezar a incitar al lector a bloquear vías férreas. Dicen cosas como que el modelo de la ciudadanía que viene es el minusválido, puesto que toda relación humana ("incluso trabajar, incluso amar") parece adquirir forma de terapia. Se ocupan del caduco concepto de nacionalidad y lanzan esta admirable paradoja, que, desde luego, no vale sólo para Francia: "Los inmigrantes ocupan en este país una curiosa posición de soberanía: si no estuviesen aquí, los franceses quizás ya no existirían." Anuncian la muerte de la pareja, ese último reducto de relación auténtica al que nos aferramos como locos, y encuentran en la movilización, constante y sin motivo, el máximo imperativo de nuestro tiempo.
Bajo su lupa, todo lo que damos por sentado parece volverse quebradizo y frágil, y desbaratarse como una sarta de mentiras. Algo tan evidente, a primera vista, como la oposición campo-ciudad se confunde en una unidad mayor, la metrópoli global, que engulle en su red creciente una heterogénea mezcla de reductos protegidos, polígonos industriales y ciudades-dormitorio, todos convenientemente vigilados (o dejados de lado) por quienes protegen los flujos de intercambio. El activismo ecologista aparece, desde este prisma, como la enésima transformación del espíritu del capitalismo, que puede ya aspirar con éxito a la gestión de la biosfera: "Todo le está permitido a un poder que se ampara en la naturaleza, la salud y el bienestar."
Yo estoy mucho menos seguro que ese "Comité invisible" de cómo deba reaccionarse a los procesos globales en que estamos inmersos. De lo que sí estoy seguro es de que resulta difícil encontrar un diagnóstico más acertado que éste, donde uno se vea obligado a asentir con cada frase. Leedlo.
¡A las barricadas, a las barricadas!
ResponderEliminarEs todo lo que tengo que decir :)
Jejejeje, además, ahora con el frío que hace seguro que nos dan un poco de calorcito esas maderas y neumáticos ardientes...y si no, a correr delante de la policía. Sí, las dos mejores formas de nopasar frío;-)
ResponderEliminarJaime, me encanta la recomendación...extraña recomendación por tu parte, en qué andas metido??jeje. La izquierda está dispersa y creo que los movimientos sociales se han descreido. Hace falta soluciones nuevas y nuevas formas de enfrertarse a un sistema que se retroalimenta y que, como agujero negro, lo absorbe todo. Esperemos que no se trage el poco idealismo que aún queda...porque algo queda...a ver qué propone este comité;-) (domingo un poco depre. Navidades en crisis. Ay)
De los mismos "autores":
ResponderEliminarhttp://acuarelalibros.blogspot.com/2009/06/presentacion-en-barcelona-llamamiento-y.html
No conocía este otro libro, Anónimo. Suena muy interesante, a ver si lo consigo. Una imagen nietzscheana donde las haya, la del desierto: "ay de quien alberga desiertos en su interior..." Gracias!
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